—¿PUEDO HACERTE SÓLO UNA PREGUNTA MÁS? —PREGUNTÓ RÁPIDAMENTE EN LUGAR DE CONTESTAR A MI DEMANDA.
Yo estaba en el borde, ansioso esperando
lo peor. Y, sin embargo, cuán tentador era prolongar este momento. Tenerla
conmigo voluntariamente, por sólo unos segundos más. Suspiré ante el dilema y,
a continuación, dije—: Una.
—Bueno...—dudó por un momento, como si decidiera que
pregunta hacer—.
Dijiste que sabías que no había entrado en la librería y que me había
dirigido al sur. Sólo me preguntaba cómo lo supiste.
Miré hacia el parabrisas. Otra
pregunta que no me decía nada de ella y demasiado de mí.
—Pensé que habíamos superado la parte de las
evasivas —dijo
en un tono crítico y decepcionado.
¡Qué irónico! Ella fue evasiva sin
tregua, sin ni siquiera intentarlo.
Bueno, ella quería que fuera directo
y teniendo en cuenta que esta conversación no iba en a ningún lugar bueno.
—Muy bien— dije—. Seguí tu olor.
Quise mirar su cara, pero tenía
miedo de lo que vería. En su lugar, escuché su respiración acelerarse y luego
tranquilizarse. Ella habló otra vez después de un momento y su voz era más
constante de lo que habría esperado.
—Aún no has respondido a la primera de mis
preguntas —dijo.
Miré hacia abajo encontrando sus
ojos, ceñudo. Ella también estaba evadiendo.
—¿Cuál? —dije al fin.
—¿Cómo funciona lo de leer mentes?—Volvió a
preguntar reiterando su pregunta del restaurante—. ¿Puedes leer la mente de
cualquiera, en cualquier lugar? ¿Cómo lo haces? ¿Puede hacerlo con el resto de
tu familia? —Ella
se apagó, ruborizándose de nuevo.
—Esa es más de uno —dije.
Ella sólo me miró, a la espera de
sus respuestas.
¿Y por qué no decírselo? Ella había
conjeturado ya la mayor parte de esto, y era un tema más fácil que el que
surgió.
—No, sólo yo tengo esa facultad, y no puedo oír
a cualquiera en cualquier parte.
Debo estar
bastante cerca, cuanto más familiar me resulta esa ‘voz’ más lejos soy capaz de
oírla, pero aún así no más de unos pocos kilómetros— traté de pensar en una manera
de explicárselo para que ella lo entendiera mejor. Una analogía con la que
pudiera relacionarse—. Es un poco como estar en una enorme sala lleno de gente, todo
el mundo hablando a la vez. Es solo un zumbido, un zumbido de voces en el
fondo. Hasta que localizo una voz, y entonces está claro lo que piensan. La
mayor parte del tiempo no las escucho, ya que me puede llegar a distraer demasiado,
y así es más fácil parecer normal— fruncí el
ceño—. Y
no responder a los pensamientos de alguien antes de que los haya expresando con
palabras.
—¿Por qué crees que no puedes oírme? —se preguntaba.
Le dije otra vez la verdad con una
analogía.
—No sé— admití—. Mi única suposición es que tal vez tu mente
funcione de otra forma diferente que la de los demás. Es como si tus
pensamientos fluyeran en onda media y yo sólo captase los de frecuencia
modulada.
Me di cuenta de que a ella no le
gustaría esta comparación tan pronto las palabras salieron de mi boca. La anticipación
a su reacción me hizo sonreír. Ella no me defraudó.
—¿Mi mente no funciona bien? — preguntó,
subiendo la voz—¿Soy un bicho raro?
Ah, la ironía de nuevo.
—Yo oigo voces en mi mente y a ti te preocupa
que tú seas el bicho raro —me reí. Ella entendía todas las pequeñas cosas, pero
las grandes al revés. Siempre los instintos incorrectos.
Bella se mordió su labio, y frunció
su ceño fuerte y profundamente.
—No te preocupes—la tranquilicé—. Es apenas
una teoría…
Y había una teoría más importante
que discutir. Estaba impaciente por conseguirla ya. Cada segundo comenzaba a
sentirse cada vez más como tiempo perdido.
—Y eso nos trae de vuelta a ti.
Ella suspiró, todavía mordiéndose su
labio. Me preocupaba que ella se lastimara. Ella me miró a los ojos con cara de
preocupación.
—¿Pensaba que habíamos superado la etapa de las
evasivas? —
Le pregunté en silencio.
Ella miró hacia abajo, luchando con
algunos dilemas internos. De repente, se puso rígida abrió los ojos de par en
par. El miedo destellaba a través de su cara por primera vez.
—Dios Santo—jadeó.
Me aterré. ¿Qué había visto? ¿Cómo
la había asustado?
Entonces ella gritó—: ¡Ve más
despacio!
—¿Qué pasa? —no entendía de donde provenía su terror.
—¡Vas a ciento sesenta! —ella me gritó.
Rápidamente mirò por la ventanilla y
retrocedió a los árboles oscuros que nos
pasaban como un borrón.
¿Esta pequeña cosa, apenas un poco
de velocidad, la hacía gritar en miedo?
Puse los ojos en blanco.
—Tranquilízate, Bella.
—¿Estás tratando de matarnos? —demandó con voz alta y
firme.
—No
vamos a chocar
—le
prometí.
Ella tomó una bocanada de aire y a
continuación habló en un tono más bajo. —¿Por qué
vamos tan deprisa?
—Siempre conduzco así.
Me encontré con su mirada, divertido
por su expresión conmocionada.
—¡No apartes la vista de la carretera! —gritó.
—Nunca he tenido un accidente, Bella. Ni siquiera
me han puesto una multa— le sonreí tocando mi frente. Me pareció cómico lo
absurdo de poder bromear con ella sobre algo tan secreto y extraño—. Aprueba de
radares y detectores de velocidad.
—Muy divertido —dijo sarcásticamente, su voz era
enojada—. Charlie
es policía ¿recuerdas? He crecido respetando las leyes de tráfico. Además, si
nos la pegamos contra el tronco de un árbol y nos convertimos en una galleta de
Volvo, tendrás que regresar a pie.
—Probablemente— repetí, riendo sin humor. Sí,
nos iría absolutamente diferentemente en un accidente de tráfico. Ella tenía
razón de tener miedo, a pesar de mis capacidades de conducción—. Pero tú no.
Con
un suspiro, levanté el pie del acelerador.
—¿Satisfecha?
Ella miró el velocímetro.
—Casi.
¿Seguía siendo esto demasiado rápido
para ella?
—Odio la conducir lento— murmuré. Pero dejé que la aguja
bajara otro poco.
—¿Llamas
a esto despacio? —preguntó.
—Basta
de criticar mi forma de conducir—, dije con impaciencia. ¿Cuántas veces había
evadido ya mi pregunta? ¿Tres veces? ¿Cuatro? ¿Eran tan terroríficas sus
especulaciones? Tenía que saberlo inmediatamente—. Todavía estoy
esperando su última teoría.
Ella se mordió el labio otra vez y
su expresión se convirtió en trastorno, casi doloroso.
Agonicé en mi impaciencia y ablandé
mi voz. No quería que se entristeciera.
—No me reiré —prometí, deseando que solamente
fuese vergüenza lo que la hacía poco dispuesta hablar.
—Temo más que te enfades conmigo —susurró.
Forcé mi voz para permanecer
tranquilo.
—¿Tan mala es?
—Bastante, sí.
Ella miraba abajo, rechazando mirar
mis ojos. Los segundos pasaron.
—Adelante —la animé.
Su voz era muy baja.
—No sé por dónde empezar.
—¿Porqué no empiezas por el principio?— recordaba
sus palabras antes de cena—. Dijiste que no era de tu invención.
—No —ella convino y después guardo silencio otra vez.
Pensé en las cosas que pudieron
haber inspirado.
—¿Cómo empezaste, con un libro, con una película?
Debí haber mirado a través de sus
colecciones cuando ella estaba fuera de la casa. No tenía ninguna idea si Bram
Stoker o Anne Rice estaban allí en su pila de los libros gastados.
—No—,dijo otra vez—. Fue el sábado, en la playa.
No esperaba eso. El chisme local
sobre nosotros nunca se había perdido en cualquier cosa demasiado extraña o
demasiado exacta. ¿Había un nuevo rumor que me había perdido? Bella dejó de
mirar sus manos y vio la sorpresa en mi cara.
—Me encontré con un viejo amigo de la familia…
Jacob Black— continuó—. Su papá y
Charlie han sido amigos desde que era una bebé.
Jacob Black–el nombre no me era
familiar, pero aún así me recordó algo… algún tiempo, hace mucho tiempo… Miré fijamente más allá del parabrisas,
buscando en mi memoria para encontrar la conexión.
—Su papá es una de los ancianos Quileute —ella dijo.
Jacob Black. Efraín Black. Un descendiente, sin duda.
Es tan malo como se podría esperar.
Ella sabía la verdad.
Mi mente volaba a través de las ramificaciones
así como el coche volaba alrededor de las oscuras curvas en la carretera, mi
cuerpo rígido con angustia–inmóvil excepto para las pequeños y automáticas acciones
que necesitaba para dirigir el auto. Ella
sabía la verdad.
Pero… si ella supo la verdad el
sábado… entonces ella la había sabido toda la noche… y aún así…
—Fuimos a dar un paseo—continuó—. Y él me
estuvo contando viejas leyendas creo que para asustarme. Me contó una…
Ella paró brevemente, pero ya no
había necesidad dudas; sabía lo que ella iba a decir. El único misterio ahora
era por qué ella seguía aquí conmigo.
—Continua —dije.
—Sobre vampiros —ella respiró, las palabras eran
menos que un susurro.
De alguna manera, era incluso peor
que saber que ella sabía, oyéndola decirlo en voz alta. Retrocedí ante el
sonido de la palabra y después me controlé otra vez.
—¿Y pensaste inmediatamente en mí? —pregunté.
—No. Él… mencionó a tu familia.
Cuán irónico, que sería la propia
progenie de Efraín, quien violara el tratado que él había jurado defender. Un
nieto, o su tataranieto, quizás. ¿Cuántos años habían pasado? ¿Setenta?
Debí darme cuenta que no sería el
anciano que creía en las leyendas el
que sería un peligro. Por supuesto, la generación más joven–los que habrían sido
advertidos, pero que creían que las antiguas supersticiones eran irrisorias–ahí
era donde se encontraba el peligro a la exposición.
Supuse que esto significaba ahora que
era libre de acabar con la pequeña tribu e indefensa en la costa, estaba tan
inclinado. Efraín y su manada de protectores estaban todos muertos.
—Él creía que era una superstición tonta— Bella dijo
repentinamente, su voz reflejaba una nota de ansiedad como si ella pudiera
leer mis pensamientos—. Él no
esperó que me creyera ni una palabra.
Miré por el rabillo de mi ojo vi
como retorcía sus manos inquieta
—Fue culpa mía— dijo después de que una breve
pausa y entonces bajó su cabeza como si estuviera avergonzada—. Lo obligué a contármelo.
—¿Por qué? —No era tan duro ahora mantener bajo mi nivel de
voz. Lo peor ya estaba hecho. Mientras habláramos de los detalles de la
revelación, no teníamos que pasar a las consecuencias de ello.
—Lauren que dijo que algo sobre ti… intentaba
provocarme— hizo
un pequeño gesto recordándolo. Me distraje levemente, preguntándome cómo Bella
sería provocada por alguien que hablara de mí—. Y un chico mayor de la tribu
dijo que tu familia no iba a la reserva, sólo que sonó como si aquello tuviera
un significado especial, por lo que me llevé a Jacob a solas y le engañé para
que me lo contara.
Su cabeza se hundió aún más mientras
que ella admitía esto y su expresión parecía… culpable.
Aparté la mirada de ella y me reí
ruidosamente. Fue un sonido con los bordes duros. ¿Ella se sentía culpable?
¿Qué podría haber hecho para merecer ser censurada de cualquier manera?
—¿Cómo le engañaste? —Pregunté.
—Intenté flirtear un poco. Funcionó mejor de lo
que había pensado
—explicó, y su voz parecía incrédula ante el recuerdo de su éxito.
Podría apenas imaginar, considerando
la atracción que ella parecía causar en todos los chicos y de cuya parte
parecía que era totalmente inconsciente, cuán abrumadora sería cuando trataba de ser atractiva. De repente sentí compasión por el
muchacho confiado al que ella le había liberado una fuerza tan potente.
—Me había gustado haber visto eso— dije, y
entonces reí otra vez con humor negro. Deseaba haber podido oír la reacción del
chico, ser testigo de la devastación por mí mismo—. ¡Y tú me acusas de deslumbrar
a la gente… pobre Jacob Black!
No estaba tan enojado con la fuente
de mi exposición como esperaba. Él no sabía. ¿Y cómo podría esperar que
cualquier persona se negase a las peticiones de esta chica? No, sentía
solamente simpatía por el daño que ella habría hecho a su paz interior.
Sentí el calor de su rubor en el
aire entre nosotros. Eché un vistazo hacia ella y ella miraba fijamente hacia
fuera su ventana. Ella no habló otra vez.
—¿Qué hiciste entonces? —la incité. Hora de volver a la
historia de horror.
—Busqué en Internet
Siempre práctico.
—¿Y eso te convenció?
—No— dijo. Nada encajaba. La mayoría eran tonterías y
entonces…
Ella paró de nuevo y apretó los
dientes.
—¿Qué? —exigí. ¿Qué había encontrado? ¿Qué sentido
tenía esta pesadilla para ella?
Se detuvo brevemente y entonces ella
susurró—:
Decidí que no importaba.
El choque congeló mis pensamientos
por medio segundo y, a continuación, me encajó todo. ¿Por qué ella había
despedido a sus amigas en lugar de escapar con ellas? ¿Por qué se había metido
conmigo en mi auto otra vez en lugar de correr, gritando a la policía?
Sus reacciones siempre eran las
equivocadas–siempre completamente equivocadas. Ella atraía el peligro hacia sí
misma. Lo invitaba.
—¿Qué no importaba?—dije a través
de mis dientes. La cólera me llenaba. ¿Cómo se supone que yo pueda proteger a
alguien tan... tan… determinada a estar desprotegida?
—No—ella dijo en una voz baja que era inexplicablemente
suave—. No
me importa lo que seas.
Ella era imposible.
—¿No te importa que sea un monstruo? ¿Que no sea
humano?
—No.
Comencé a preguntarme si ella estaba
enteramente estable.
Supuse que lo podría arreglar para
que ella reciba el mejor cuidado disponible… Carlisle tendría los contactos
para encontrarle los médicos más expertos, los terapeutas más talentosos.
Quizás algo se podría hacer para arreglar lo que estaba mal en ella, lo que sea
que le hiciera estar sentada al lado de un vampiro con su corazón latiendo
tranquilo y constante. Vigilaría el lugar, naturalmente, y la visitarla tan a menudo
como ella me lo permitiera.
—Te has enfadado— ella suspiró—. No debería
haberte dicho nada.
Como si el hecho de que ella
ocultara estas inquietantes tendencias ayudara a cualquiera de nosotros.
—No, prefiero saber qué piensas incluso cuando
lo que pienses sea una locura.
—¿Así que me equivoco otra vez? —preguntó ella
con un tono desafiante.
—No me refiero a eso— mis dientes rechinaron de
nuevo— .
“no importa” —.
dije con un tono mordaz.
Ella continuó—: ¿Estoy en lo cierto?
—¿Importa? —le contesté.
Ella tomó un profundo aliento.
Esperé airadamente por su respuesta.
—No realmente—dijo, su voz tranquila de
nuevo—. Pero
siento curiosidad.
No realmente. No importaba realmente.
Ella no le importaba. Ella sabía que yo era inhumano, un horror, y esto
realmente no le importaba.
Aparte de mis preocupaciones acerca
de su cordura, empecé a sentir una hinchazón de la esperanza. Traté de
aplastarla.
—¿Sobre qué sientes curiosidad? —le pregunté. Ya
no había más secretos, sólo pequeños detalles.
—¿Cuántos años tienes? —Preguntó.
Mi respuesta fue automática y
arraigada.
—Diecisiete.
—¿Y desde hace cuánto tienes diecisiete?
Intenté no sonreír a su tono
paternalista.
—Bastante —admití.
—De acuerdo —dijo, abruptamente entusiasta. Ella me sonrió.
Cuando la miré de nuevo, ansioso de nuevo por su salud mental, ella sonrió más
ampliamente. Yo fruncí el ceño.
—No te rías— advirtió—. Pero, ¿cómo es que puedes salir durante el
día?
Yo me reí, a pesar de su petición.
Parece que no hubo nada de inusual en su investigación.
—Un mito —le dije.
—¿No te quema el sol?
—Un Mito.
—¿Y lo de dormir en ataúdes?
—Un Mito.
Soñar no había sido una parte de mi
vida en bastante tiempo, no hasta estas últimas noches, pues había visto a
Bella soñar.
—No puedo dormir —murmuré, contestando a su
pregunta más completamente.
Ella guardó silencio por un momento.
—¿Nada? —preguntó.
—Jamás —susurré.
Mientras observaba su profunda
mirada, leía la sorpresa y la simpatía en ellos, abruptamente deseé poder
dormir. No para olvidar, cómo lo había deseado antes, no para escapar el aburrimiento, sino porque quise ser
capaz de poder soñar. Quizá, si
pudiera estar inconsciente, si pudiera soñar, yo podría vivir por algunas horas
en un mundo donde ella y yo podríamos estar juntos. Ella soñaba conmigo. Quise
soñar con ella.
Ella me miró fijamente, su expresión
llena completamente de preguntas. Tuve que apartar mi vista.
No podría soñar con ella. Ella no
debería soñar conmigo.
—Aún no me has formulado la pregunta más
importante —dije severo y el corazón de piedra dentro mi pecho se sintió más frío y duro que
antes. Tenía que forzarla a entender. En algún momento, tendría que darse
cuenta de que todo esto sí importaba, más que cualquier otra consideración.
Consideraciones como el hecho de que yo la amaba.
—¿Cuál? —dijo sorprendida e inconsciente.
Eso sólo hizo que mi voz se volviera
más severa
—¿No te preocupa mi dieta?
—Ah, esa —ella lo dijo de quedamente, de un modo que no
pude interpretarlo.
—Sí, esa. ¿No quieres saber si bebo sangre?
Ella se estremeció por mi pregunta.
Finalmente.
—Bueno, Jacob me dijo algo al respecto —ella dijo.
—¿Qué dijo Jacob?
—Dijo que no cazabas… personas. Dijo que se
suponía que tu familia no era peligrosa porque sólo cazaban animales.
—¿Él dijo que no éramos peligrosos? —Repetí
cínicamente.
—No exactamente— ella aclaró—. Él dijo que
se suponía que no lo eran, pero los
Quileutes siguen sin quererlos en sus tierras, sólo por si acaso.
Miré fijamente el camino, mis
pensamientos en un gruñido desesperado. Mi garganta me dolía con la sed
ardiente y familiar.
—Entonces, ¿Tiene razón?—, preguntó tan tranquilamente como
si confirmara un reporte del tiempo—.¿ Sobre que no cazan personas?
—Los Quileutes
tienen una larga memoria.
Ella asintió para sí misma, pensando
con fuerza.
—Aunque no dejes que eso te satisfaga— dije rápidamente—.
Tienen razón al mantener la distancia con nosotros. Seguimos siendo peligrosos.
—No entiendo.
No, claro que ella no entendía. ¿Cómo hacerle
ver?
—Lo… intentamos— le dije—. Solemos ser
buenos en lo que hacemos pero a veces cometemos errores. Yo, por ejemplo, al
permitirme estar a solas contigo.
Su olor aún era una fuerza dentro de
mi auto. Me estaba acostumbrando cada vez más a él, podía casi ignorarlo, pero
no podía negar que mi cuerpo todavía lo anhelaba por la peor razón. Mi boca
nadaba en veneno. Tragué.
—¿Esto es un error? —preguntó y había angustia en su
voz. El sonido me desarmó. Ella quería estar conmigo a pesar de todo, ella
quería estar conmigo.
La esperanza se hinchó otra vez, y
la batí hacía detrás.
—Uno muy peligroso —le dije verazmente, deseando que
la verdad realmente dejara de importara de alguna manera.
Ella no respondió por un momento. Oí
que su respiración cambiaba, aunque de manera extraña, no era miedo.
—Cuéntame más —ella dijo repentinamente, con su
voz torcida por la angustia.
Ella parecía estar sintiendo algún
tipo de dolor. ¿Cómo había permitido que esto
ocurriera?
—¿Qué más quieres saber? —Le pregunté, tratando de
pensar una manera de no hacerle daño. Ella no debería estar herida. No podía
dejarla herida.
—Dime por qué cazan animales en lugar de las
personas —dijo,
todavía angustiada.
¿No era evidente? O quizás esto no
le importaba tampoco.
—No quiero
ser un monstruo— susurré.
—¿Pero no bastan los animales?
Busqué otra comparación, una manera
para que ella lo pudiera entender.
—No puedo estar seguro, por supuesto, pero yo lo
compararía con vivir a base de queso y leche de soya; nos llamamos a nosotros
mismo vegetarianos, es nuestro pequeño chiste privado. No sacia el apetito por
completo, bueno, más bien la sed. Pero nos mantiene lo bastante fuertes para
resistir… la mayoría de las veces—mi voz sonó más baja; estaba avergonzado del
peligro en el que le permitía estar. Peligro que seguía permitiendo—. Unas veces
es más difícil que otras.
—¿Te resulta difícil ahora?
Suspiré. Por supuesto que haría la
pregunta que yo no quería responder.
—Si —admití.
Su respuesta física fuese como
esperaba esta vez: su respiración se mantuvo estable, su corazón mantuvo su
patrón. La esperé, pero no la entendía. ¿Cómo no podía tener miedo?
—Pero ahora no tienes hambre —declaró, perfectamente
segura de sí misma.
—¿Por qué cree eso?
—Tus ojos— dijo en un tono casual—. Te dije que tenía una
teoría. Me he dado cuenta que las personas, y los hombres en particular, se
vuelven malhumorados cuando tienen hambre.
Me reí entre dientes por su
descripción: Malhumorado. La había
subestimado. Pero ella estaba absolutamente en lo correcto, como de costumbre.
—Eres muy observadora ¿Verdad? —Reí otra vez.
Ella sonrió un poco, la arruga en
medio de sus ojos se acentuó como si se concentrara en algo.
—¿Este fin de semana estuviste cazando con
Emmett? —Preguntó
después de que mi risa se desvaneció. La forma casual en la que habló era tan
fascinante como frustrante. ¿Podría ella realmente aceptarlo con tanta calma?
Yo estaba más cerca de entrar en shock que ella.
—Sí—,le dije, y entonces, cuando estaba a punto de
dejarlo hasta ahí, sentí el mismo impulso que había tenido en el restaurante:
Quería que ella me conociera.
—No quería ir— continué
lentamente—. Pero
era necesario. Es un poco más fácil estar alrededor de ti cuando no estoy sediento.
—¿Porqué no querías ir?
Tomé una respiración profunda y
volteé para encontrarme con su mirada. Este tipo de honestidad fue difícil en
una manera muy distinta.
—Estar lejos de ti me pone…ansioso— supone esa
palabra sería suficiente, aunque no fue lo suficientemente fuerte—. No bromeaba
cuando te pedí que no te cayeras al mar o te dejaras atropellar el jueves
pasado. Estuve abstraído todo el fin de semana, preocupándome por ti, y después
de lo acaecido esta noche, me sorprende que hayas salido indemne del fin de
semana.
Entonces me acordé de las raspaduras
en la palma de su mano.
—Bueno, no totalmente indemne —enmendé.
—¿Qué?
—Tus manos —la recordé.
Ella suspiró y las comisuras de su
boca se movieron hacia abajo.
—Me caí.
—Eso es lo que pensé— dije, incapaz de contener mi
sonrisa—. Supongo,
siendo tú, podría haber sido mucho peor y esa posibilidad me atormentó mientras
duró mi ausencia. Fueron 3 días realmente largos y la verdad es que puse a
Emmett de los nervios —Honestamente, eso no pertenecía al pretérito. Probablemente
todavía irritaba Emmett y todo el resto de mi familia, también. Excepto Alice.
—¿Tres días? — preguntó, su voz repentinamente dura—. No acabas
de regresar hoy?
No entendía el borde en su voz.
—No, volvimos el domingo.
—Entonces ¿porqué no fueron ninguno de ustedes a
la escuela? —exigió
saber. Su irritación me confundió Ella no parecía darse cuenta de que esta
cuestión se relacionaba de nuevo con la mitología.
—Bueno, me has preguntado si el sol me hace daño,
y no lo hace, pero no puedo salir a la luz del día… Al menos, no donde alguien
pueda verme.
Eso la distrajo de su misteriosa
molestia.
—¿Porqué? —pidió saber, inclinando su cabeza a un lado.
Dudé sí podría salir con la analogía
apropiada para explicar esto. Así que le dije—: Algún día te lo mostraré—. E inmediatamente
me pregunté si esta sería una promesa que terminaría rompiendo. Dije las
palabras tan casualmente pero no podía imaginarme realmente haciéndolo.
No era algo por lo que preocuparse
ahora. No sabía me permitiría verla otra vez después de esta noche. ¿La amaba
lo suficiente como para soportar dejarla?
—Me podías haber llamado —dijo.
Qué extraña conclusión.
—Sabía que estabas a salvo.
—Pero yo no sabía dónde estabas tú. Yo—… se detuvo abruptamente y miró
a sus manos
—¿Qué?
—No me gusta...— dijo tímidamente y su piel torno un bonito
color en sus pómulos—...no verte. También me pone ansiosa.
¿Estás
feliz ahora? Me pregunté a mí mismo.
Bien, aquí estaba mi recompensa por esperanzarme.
Estaba desconcertado, exaltado,
horrorizado–sobre todo horrorizado, al darme cuenta que mi fantasía salvajes no
estaban tan lejos de la verdad. Esta era la razón por la que no le importaba
que yo fuera un monstruo. Era exactamente la misma razón por la cual a mí ya no
me importaban las reglas. Por qué el bien y el mal ya no obraban su influencia.
Por qué todas mis prioridades habían pasado a un puesto más hacia abajo para
dar cabida a esta chica en la parte superior.
Bella también se preocupaba por mí.
Sabia que no se podía compara a como
yo la amaba. Ella era mortal, cambiante. Ella no estaba anclada sin esperanzas
de liberarse. Pero aún así, le importaba lo suficiente como para sentarse aquí
conmigo y arriesgar su vida. Hacerlo con tanta alegría.
Lo suficiente como para causarle
dolor si hiciera las cosas bien y la dejara.
¿Existía algo que pudiera hacer ahora
para no herirla? ¿Nada en absoluto?
Cada palabra dicha aquí–cada una de
ellas era otra semilla de granada. Esa extraña visión del restaurante estaba
más correcta de lo que creía.
Debí haber mantenido alejado. Nunca
debí haber vuelto a Forks. No le causaré más nada que dolor.
¿Me detendría eso de irme ahora? ¿De
hacerlo peor?
La manera en que me sentía ahora
mismo, sintiendo su calidez contra mi piel… No.
Nada me detendría.
—Ah— gemí para mí mismo—. Esto no está bien.
—¿Qué he dicho? —Preguntó, rápido sintiéndose
culpable.
—¿No lo ves, Bella? De todas las cosas en las que te
has visto involucrada es la que me hace sentir peor. No quiero oír que te
sientes así—,Era
la verdad, era una mentira. La parte más egoísta de mí volaba con el
conocimiento de que ella me quería a mí como la quería yo a ella—. Es un
error. No es seguro. Soy peligroso, Bella. Grábate eso, por favor.
—No —sus labios hicieron un puchero.
—Hablo en serio —yo luchaba con tanta fuerza
conmigo mismo medio desesperado porque ella aceptara mis advertencias y medio
desesperado por guardarlas, que las palabras me salieron a través de los
dientes, como un gruñido.
—También yo— insistió—. Te lo dije, no me importa que seas, es
demasiado tarde.
¿Demasiado tarde? El mundo fue
desoladamente blanco y negro por un segundo eterno mientras veía las sombras
arrastrarse por el césped soleado hacia la figura dormida de Bella en mi
memoria. Inevitable, imparable. Robaron el color de su piel y la hundieron en la
oscuridad, hacia el inframundo.
¿Demasiado tarde? La visión de
Alice remolinó en mi cabeza, los ojos de Bella, rojos por la sangre mirándome apaciblemente,
inexpresivos. Pero no había manera de que ella pudiera no odiarme por ese futuro. Odiarme por robarle todo.
No podría ser demasiado tarde.
—Jamás digas eso —siseé.
Ella miró fijamente hacia fuera de su
ventana y sus dientes mordiendo su labio otra vez. Tenía las manos con los puños
apretados en su regazo. Su respiración se aceleró.
—¿En qué piensas? —Tenía que saber.
Ella sacudió su cabeza sin mirarme.
Vi algo relucir, como un cristal, en su mejilla.
Agonía.
—¿Estas llorando? —La había hecho llorar. Tanto así la había lastimado.
Ella se la restregó con la parte posterior de la mano.
—No —mintió, rompiendo su voz.
Un cierto instinto enterrado hace
mucho tiempo, me hizo estirar la mano hacia ella. En ese segundo me sentí más
humano que nunca. Entonces recordé que no lo era … y bajé mi mano.
—Lo siento —dije con la quijada trabada. ¿Cómo podría
decirlo mucho que lo sentía? Que lo sentía por todas los estúpidos que había
cometido. Que lo sentía por ser tan egoísta. Que sentía que ella fuera tan de desafortunada
como por haber inspirado mi primer y último trágico amor. Que lo sentía también
por las cosas más allá de mi control, que había sido el monstruo elegido por el
destino para terminar su vida en primer lugar.
Respiré profundamente, haciendo caso
omiso de mi reacción desgraciada el sabor dentro del auto e intenté componerme.
Quise cambiar el tema, pensar en
algo más. Suerte para mí, la curiosidad por la chica era insaciable.
—Dime una cosa —dije.
—¿Sí? —sonó ronca, su voz sonaba aún llena de lágrimas.
—Esta noche, justo antes de que yo doblara la
esquina ¿en qué pensabas? No podía entender tu expresión… No parecías asustada,
sino más bien concentrada al máximo en algo —recordé su rostro, forzándome a mí mismo en olvidar
de quién eran los ojos que veía, y la mirada de determinación que tenía.
—Intentaba recordar cómo incapacitar un atacante— ella dijo,
su voz más compuesta—. Ya sabes autodefensa. Le iba a meter la nariz en el cerebro a
ese…
Su calma no duró hasta el final de
su explicación. Su tono cambió hasta llenarse de odio. Ésta no era ninguna
hipérbole, y su furia no era chistosa ahora. Podía ver su figura frágil, seda sobre
vidrio, eclipsada por los monstruos humanos que la pudieron haber lastimado. La
furia hirvió en la parte posterior de mi cabeza.
—¿Ibas a luchar contra ellos?— Quise gemir.
Sus instintos eran mortales, para ella misma—. ¿No pensases en correr?
—Me caigo mucho cuando corro —dijo vergonzosamente.
—¿Y en gritar?
—Estaba a punto
de hacerlo.
Sacudí mi cabeza en incredulidad.
—Tienes razón— dije con un borde agrio en mi voz—.
Definitivamente estoy luchando contra el destino al mantenerte con vida.
Ella suspiró, y
continúo mirando por la ventana, entonces me miró de nuevo. —¿Te veré mañana? —Exigió bruscamente.
Ya que iba camino al infierno, ¿Por
qué no disfrutar del viaje?
—Sí, también tengo un trabajo que entregar —le sonreí, y
se sentía bien hacerlo. Claramente, los instintos de ella no eran los únicos
que estaban al revés.
—Te reservaré un sitio para almorzar.
Su corazón latió con fuerza y mi corazón
muerto se sintió más cálido.
Detuve el auto delante de la casa de
su padre. Ella no hizo ningún movimiento para dejarme.
—¿Me prometes
estar ahí mañana? —insistió.
—Lo prometo.
¿Cómo puede ser que hacer lo incorrecto
me diera tanta felicidad? Sin duda había algo de mal en eso.
Ella asintió para sí misma,
satisfecha y comenzó a quitarse la cazadora.
—Te la puedes quedar —,le aseguré con rapidez.
Prefería dejarle un recuerdo de mí. Un suvenir, al igual que la tapa de botella
que estaba en mi bolsillo ahora—. No tienes una para mañana.
Ella me la regresó sonriendo
tristemente.
—No quiero tener que explicárselo a Charlie —me dijo.
Me imagino que no. Le sonreí.
—Ah, de acuerdo.
Ella puso su mano sobre la perilla
de la puerta y luego se detuvo. Poco dispuesta a irse, al igual que yo no
estaba dispuesto a dejarla ir.
Para dejarla desprotegida, incluso
por poco tiempo…
Peter y Charlotte ya estaría lejos,
más allá de Seattle, sin duda. Pero siempre hay otros.
—¿Bella? —Le pregunté, sorprendido por el placer que
resultaba del simple hecho de decir su nombre.
—¿Sí?
—¿Puedes prometerme algo?
—Sí —aceptó fácilmente y, a continuación, sus ojos se
estrecharon, como si hubiese pensado en un motivo para oponerse.
—No vayas sola al bosque —le advertí, preguntándome
si esta petición gatillaría la objeción de sus ojos.
Ella parpadeó sorprendida.
—¿Por qué?
Fruncí el ceño hacia la indigna de
confianza oscuridad. La falta de luz no era un problema para mis ojos, pero tampoco resultaría un
problema para otro cazador
—No soy la criatura más peligrosa que ronda por
ahí fuera— le
dije—. Vamos
a dejarlo así.
Ella tembló, pero se recuperó
rápidamente e incluso sonrió cuando ella me
dijo—: Lo que tú digas —su
aliento tocó mi rostro, tan dulce.
Podría permanecer aquí toda la noche
de este modo, pero ella necesitaba su sueño. Los dos deseos parecían igualmente
fuertes guerreando dentro de mí: queriéndola versus queriendo que estuviese
bien.
Suspiré a las imposibilidades.
—Te veré mañana —dije, sabiendo que la vería
mucho más pronto que eso. Ella no me
vería hasta mañana, no obstante.
—Entonces hasta mañana —ella dijo mientras abría la
puerta..
Agonía otra vez, mirando su partida.
Me incliné hacia de ella, queriendo
detenerla aquí.
—¿Bella?
Ella se dio vuelta y entonces se
congeló, sorprendida por encontrar nuestras caras tan juntas.
Yo también me abrumé por la
proximidad. El calor la cayó en ondas, acariciando mi cara. Podía sentir la
sensación de seda de su piel.
Su corazón tartamudeó y sus labios
cayeron abiertos.
—Que duermas bien —susurré y me incliné lejos antes
de que la urgencia en mi cuerpo, la sed familiar o la muy nueva y extraña
hambre que sentí, pudieran impulsarme a hacer repentinamente algo que pudiera
lastimarla.
Ella se sentó allí inmóvil por un
momento con los ojos grandes y aturdidos. Deslumbrada, supongo.
Como yo.
Ella se recuperó, aunque su cara estaba
todavía un poco pasmada, y medio se cayó del auto tropezándose con sus pies,
teniendo que agarrarse al marco del auto.
Yo reí demasiado bajo para que ella
lo pudiera escuchar.
Me reí. Esperando que fuese lo
suficientemente silencioso como para que ella lo oyera.
Observé cómo anduvo tropezando hasta
llegar a la piscina de luz que rodeaba la puerta de enfrente. Segura por el momento.
Y yo volvería pronto para asegurarme.
Sentí como sus ojos me seguían por
la oscura calle. Era una sensación muy diferente a la que yo estaba
acostumbrado. Por lo general podía simplemente verme partir a través de los
ojos de alguien más, si quería. Esto era extrañamente excitante, esa intangible
sensación de ojos que te miran. Sabía que era solamente, porque eran sus ojos lo que me miraban.
Millones de pensamientos se
perseguían unos con otros en mi cabeza mientras manejaba sin rumbo fijo hacia
la noche.
Circulé durante mucho tiempo a
través de las calles, yendo a ninguna parte, pensando en Bella y en la
increíble libertad que sentía ahora que ella sabía la verdad. Ya no tenía que
temer que ella lo descubriera. Ella lo sabía y no le importaba. Aunque,
obviamente esto era algo malo para ella fue increíblemente liberador para mí.
Más que eso, pensé en Bella y en
amor correspondido. Ella no podía amarme del modo en que yo la amaba a ella. Un
amor tan aplastante, abrumador y que lo consumía todo, hubiese roto su frágil
cuerpo. Pero ella se veía suficientemente fuerte. Lo suficiente como para someter
el miedo instintivo. Suficiente fuerte como para querer estar conmigo y el
estar con ella era la felicidad más grande que había sentido nunca.
Por un tiempo–cuando estaba solo y
no lastimaba a nadie más–me permitía sentir felicidad sin regodearme en la
tragedia. Ser feliz porque ella se preocupaba por mí. Exaltante en el triunfo
de haber ganado su afecto. De solo imaginarme sentándome a su lado mañana, escuchando
su voz y ganándome su sonrisa.
Recordé esa sonrisa en mi cabeza,
viendo cómo sus labios se inclinaba hacia arriba, la sombra de un hoyuelo
tocando su puntiaguda barbilla, la forma cálida de sus ojos que derretía. Sus
dedos los había sentido tan cálidos y suaves en mi mano esta noche. Me imaginaba
cómo me sentiría al tocar la delicada piel que se extendía sobre sus pómulos, sedosa,
cálida… tan frágil. Como seda sobre vidrio… terriblemente frágil. No vi hacia dónde me conducían mis
pensamientos hasta que fue demasiado tarde. Mientras me fijaba en esa
devastadora vulnerabilidad, otras imágenes de su rostro se introdujeron en mis
fantasías.
Perdida en las sombras, pálida de
miedo–aún así con la mandíbula apretada y determinada, sus ojos llenos de
concentración, su cuerpo delgado preparado para atacar a las toscas formas
alrededor de ella, pesadillas en todo su esplendor.
—Ah —gemí mientras el odio que hervía a fuego lento,
que hacía que olvidara la alegría de amarla, explotaba otra vez en un infierno
de rabia.
Estaba solo. Bella estaba, confiaba,
a salvo en su casa; por un momento estuve ferozmente agradecido de que Charlie
Swan–Jefe del Departamento local de Policías, entrenado y armado–fuese su
padre. Eso debía significar algo, otorgarle un cierto refugio.
Ella estaba a salvo. No me tomaría
mucho tiempo destruir al mortal que la hubiese lastimado.
No. Ella merecía algo mejor. No
podía permitir que a ella le importara un asesino.
Pero… ¿qué pasa con los demás?
Bella estaba a salvo, sí. Ángela y Jessica
estaban también, sin duda, en la seguridad de sus camas.
Sin embargo, había un monstruo
suelto en las calles de Port Angels. Un monstruo humano–¿eso lo convertía en
problema de los humanos? No nos involucrábamos con frecuencia en problemas
humanos, aparte de Carlisle y su constante trabajo de sanar y salvar. Para el
resto de nosotros, nuestra debilidad por sangre humana era un serio impedimento
para volvernos más unidos con ellos. Y por supuesto, estaban nuestros
guardianes distantes, la policía vampírica por defecto, los Vulturi. Nosotros
los Cullen vivíamos muy diferente. Atraer su atención con cualquier actuación
superheroinezca pobremente considerada sería extremadamente peligroso para
nuestra familia.
Esto era definitivamente un problema
de los mortales, no de nuestro mundo. Cometer el asesinato que anhelaba cometer
era un error. Lo sabía. Pero dejarlo libre para atacar de nuevo tampoco sería
lo correcto.
La rubia anfitriona del restaurante.
La camarera que nunca vi realmente. Ambas me había irritado de un modo trivial
pero eso no significaba que merecieran estar en peligro.
Di vuelta al auto hacia el norte,
acelerando ahora que tenía un propósito. Siempre que tenía un dilema que estaba
más allá de mí, algo tangible como esto, sabía adónde podía ir en busca de ayuda.
Alice estaba sentada en el porche de
la casa, esperándome. Me estacioné en frente de a la casa en vez dar la vuelta
e ir al garaje.
—Carlisle está en su estudio —me dijo antes
de que yo preguntara..
—Gracias —dije, acariciando su pelo mientras pasaba.
Gracias
a ti por contestar a mi llamada, pensó sarcásticamente.
—Oh— Me paré en la puerta, tomando el celular y
abriéndolo—. Lo
siento, ni siquiera comprobé quién era… estaba ocupado.
—Sí, lo sé. Lo siento, también. En el momento en
que vi lo que iba a ocurrir, ya ibas en camino.
—Estuvo cerca —murmuré.
Lo siento, repitió ella, avergonzada
de sí misma.
Era fácil ser generoso, a sabiendas
de que Bella estaba bien.
—No, te preocupes, no puedes estar en todo,
nadie espera que seas omnisciente,
Alice.
—Gracias.
—Casi te invito a cenar hoy, captaste eso antes de que todo
cambiara de opinión.
Hizo una mueca.
—No, me perdí eso también. Desearía haberlo sabido.
Hubiera ido.
—¿En
qué te concentrabas que te perdiste tanto?
—Jasper está pensando en nuestro aniversario.
Ella se rió. Está tratando de no decidir
qué me va a regalar, pero creo que tengo una buena idea de lo que será…
—Eres
una desvergonzada.
—Sip.
Ella frunció sus labios, y miró
fijamente hacia arriba con un rastro de acusación en su expresión.
—Puse
mejor atención después. ¿Vas a decirles que ella lo sabe?
Suspiré.
—Sí. Más tarde.
—Yo no voy
a decir nada, pero hazme un favor, díselo a Rosalie cuando yo no esté cerca,
¿De acuerdo?
Me estremecí.
—Seguro.
—Bella se lo ha tomado bastante bien.
—Demasiado bien.
Alice me sonrió.
—No
subestimes a Bella.
Intenté bloquear la imagen que no
quería ver: Bella y Alice, muy buenas amigas.
Impaciente ahora, suspiré pesadamente.
Quería acabar con lo que quedaba de noche; ya quería que terminara. Pero estaba
un poco preocupado por salir de Forks.
—Alice… —comencé a decir, pero ella adivinó mi pregunta.
Ella
estará bien esta noche. Ahora estoy vigilando mejor. ¿Ella necesita una especie
de vigilancia las 24 horas del día, cierto?
—Por lo menos.
—De todos modos, volverás con ella bastante
pronto.
Tomé una respiración profunda. Las
palabras eran hermosas para mí.
—Vamos, acaba con esto para que puedas estar
donde quieres estar —me dijo. Asentí y me
apresuré hasta la habitación de Carlisle. Él me estaba esperando, clavando sus
ojos en la puerta, en lugar del libro en su escritorio.
—He oído a Alice decirte donde estaba —dijo, y
sonrió.
Era un alivio estar con él, ver la
empatía y la profunda inteligencia en sus ojos. Carlisle sabría qué hacer.
—Necesito ayuda.
—Lo que quieras, Edward —prometió.
—¿Alice te ha contado lo que le sucedido a Bella
esta noche?
Casi
sucedió —rectificó.
—Sí, casi. Tengo un dilema, Carlisle. Verás,
Tengo ganas… muchas… de matarlo—, las palabras comenzaron a fluir rápida y
apasionadamente—.
Muchísimas. Pero sé que es incorrecto, porque sería venganza, no justicia. Pura
furia, nada de imparcialidad. Aún así, ¡No puede ser justo dejar a un violador
en serie y asesino errante en Port
Angels! No conozco a los humanos allá, pero no puedo dejar que alguien más tomé el lugar de Bella como su víctima. Esas otras mujeres… no está bien…
Su sonrisa amplia e inesperada hizo
que parara de decir aquellas frías palabras.
¿Ella
te hace mucho bien, no es así? Tanta compasión, tanto control. Estoy
impresionado.
—No estoy buscando elogios, Carlisle.
—Por supuesto que no. Pero no puedo evitar
pensar, ¿o sí?—,Él sonrió de nuevo—. Me ocuparé de eso. Puedes estar tranquilo. Nadie más resultará
herido en lugar de Bella.
Vi el plan es su mente. No era
exactamente lo que quería, no satisfacía mis ansias de brutalidad, pero pude
ver qué era lo correcto.
—Te mostraré dónde encontrarlo —dije.
—Vamos.
Él tomó su maletín negro. Habría
preferido un plan más agresivo para sedarlo, algo así como un cráneo agrietado,
pero dejaría a Carlisle hacerlo a su manera.
Tomamos mi auto. Alice todavía
estaba en el porche. Ella sonrió y nos despidió con la mano mientras nos
alejábamos conduciendo. Vi que ella había anticipado todo; no tendríamos
ninguna dificultad.
El viaje era muy corto en el camino
oscuro, vacío. Apagué mis faros para no llamar la atención. Me reí ante la idea
cómo habría reaccionado Bella a esta
velocidad. Ya había estado conducido más lento de lo usual para poder prolongar
mi estancia con ella cuando protestó.
Carlisle pensaba en Bella, también.
No
preví que ella sería tan buena para él. Eso es inesperado. Quizás esto estaba
destinado a pasar. Quizás es para un propósito mayor. Solamente…
Él imaginó a Bella con la piel fría como
la nieve y los ojos rojos sangre, y después retrocedió lejos de la imagen.
Sí. Solamente, de hecho. Porque ¿Cómo podría haber algo de bondad en
destruir algo tan puro y hermoso?
Miré a la noche, toda la alegría de
la noche destruida.
Edward
merece felicidad. Se lo ha ganado. La ferocidad en los pensamientos de
Carlisle me sorprendió. Debe haber una
manera.
Yo quería creer que sí. Pero no
había mayor propósito en lo que le estaba pasando a Bella. Sólo una feroz
arpía, un feo, amargo destino que no pudo soportar que Bella tuviese la vida que
merecía.
No me tardé en Port Angeles. Llevé a
Carlisle al bar donde la retorcida criatura llamada Lanny ahogaba su decepción
con sus amigos, dos de los cuales ya estaban desmayados. Carlisle podía ver lo
difícil que me resultaba estar cerca, escuchar los pensamientos de aquel
monstruo y ver en su memoria, el recuerdo de Bella mezclados con los de otras chicas
menos afortunadas a las que nadie había podido salvar.
Mi respiración se aceleró. Mis manos
se apretaron en torno al volante.
Vete,
Edward, me dijo amablemente. Haré que
el resto de ellos no sea peligroso. Vuelve con Bella.
Era exactamente lo que tenía que
decir. Su nombre era la única distracción que significaba algo para mí.
Dejé a Carlisle en el auto y corrí
de regreso a Forks en línea recta a través del durmiente bosque. Me tomó menos
tiempo que el primer viaje en el auto. En cuestión de minutos, estaba escalando
por un lado de su casa y entraba por su ventana.
En silencio suspiré con alivio. Todo
estaba tal y como debía ser. Bella estaba segura en su cama, soñando, su
cabello mojado enmarañado a través de la almohada. Pero, a diferencia de la mayoría de las noches, estaba hecha
una bola con las sábanas fuertemente apretadas alrededor de sus hombros. Tenía
frío, adiviné. Antes de sentarme en mi lugar habitual. Ella se estremeció en
medio de su sueño y sus labios temblaron.
Pensé por un corto momento y luego salí
al pasillo, explorando otra parte de la casa primera vez.
Los ronquidos de Charlie eran
ruidosos y acompasados. Casi podía captar los bordes de su sueño. Algo sobre la
velocidad del agua y paciente espera… pescando, ¿Quizá?
Allí, en la parte superior de las
escaleras, estaba un armario prometedor. Lo abrí esperanzadamente y encontré lo
que buscaba. Seleccioné la manta más gruesa del armario de lino minúsculo y
regresé con él a la habitación. Lo devolvería antes de que ella despertara y
nadie lo sabría.
Conteniendo mi respiración, puse
cautelosamente la manta sobre ella; ella no reaccionó ante el peso añadido.
Volví a mi habitual sitio.
Mientras esperaba ansiosamente a que
ella entrara en calor, pensé en Carlisle, preguntándome adónde estaría ahora.
Sabía que su plan iría sin problemas, Alice lo había visto.
El pensamiento en mi padre me hizo suspirar.
Carlisle me daba demasiado crédito. Deseaba ser la persona que él pensaba que
era. Esa persona, la persona que merecía la felicidad, quizá ser digno de esta
chica durmiente. Cuán diferentes serían las cosas si pudiera ser ese Edward.
O, si no pudiera ser lo que debía,
al menos debería haber algún balance en el universo que cancele mi oscuridad. ¿No
debería haber una bondad igual y opuesta? Había imaginado el destino con cara
de bruja como una explicación de las terribles e improbables pesadillas que
seguían viniendo por Bella. Primero yo mismo, luego la furgoneta y luego la
viciosa bestia de esta noche. Pero, ¿Y si ese destino tenía demasiado poder, no
debería haber una fuerza en la tierra que lo frustre?
Alguien como Bella tenía que tener
un protector, un ángel de la guarda. Ella se lo merecía. Y aún así, claramente,
la han dejado indefensa. Me encantaría creer que un ángel o cualquier otra cosa
la estaban cuidando, cualquier cosa que le diera una medida de protección, pero
cuando trataba de imaginar a ese campeón, era obvio que algo así sería
imposible.
¿Qué ángel de la guarda habría
dejado que Bella viniera aquí? Dejarla cruzarse conmigo, formada de tal manera,
que existía no manera en la que podría haberla pasado por alto. Un ridículo
olor tan potente para exigir mi atención, una mente silenciosa que inflamara mi
curiosidad, una belleza reservada para sostener mis ojos, un alma desinteresada
para ganar mi admiración, completamente falta del sentido de preservación que no
la hacía sentirse repelida por mí y luego, por supuesto, agregar una raya ancha
de mala suerte para ponerla siempre en el momento y el lugar equivocado.
No podría haber evidencia más fuerte
de que los ángeles guardianes eran una fantasía. Nadie necesitaba o merecía uno
más que Bella. Aún así, cualquier ángel que haya permitido que nos conociéramos
debía de ser muy irresponsable, descuidado… atolondrado, no podría estar en el
lado del bien. Prefería creer que la repugnante arpía era real a que cualquier
criatura celestial fuese san deficiente. Al menos podría pelear contra el feo
destino.
Y pelearía, seguiría peleando. Sea
cual sea la fuerza que quería lastimar a Bella tendría que pasar por encima de
mí. No, ella no tenía ningún ángel de la guarda. Pero haría lo mejor posible
por compensar la falta de uno.
Un vampiro guardián. Qué ironía.
Después de una media hora, Bella
relajó la bolita que era. Su respiración se volvió más profunda y comenzó a
murmurar. Sonreí, satisfecho. Fue algo pequeño, pero al menos estaba durmiendo
más cómodamente hoy porque yo estaba aquí.
—Edward —suspiró mi nombre y sonrió, también.
Sacudí
la tragedia a un lado por el momento y me permití ser feliz de nuevo.
Ay que hermoso🤗🤗💖
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