CNN DIO LA NOTICIA PRIMERO.
Me alegró que saliera en las
noticias antes de que tuviera que ir a la escuela. Estaba ansioso por escuchar
la forma en que los humanos contarían la historia y qué cantidad de atención
podría obtener.Afortunadamente, se trataba de un pesado día de noticias. Hubo
un terremoto en América del Sur y el secuestro de un político en el Medio
Oriente, así que terminó ganando sólo unos segundos, unas líneas, y una imagen
granulada.
“Orlando Calderas Wallace, presunto asesino
buscado en los estados de Texas y Oklahoma, fue detenido ayer por la noche en
Portland, Oregon, gracias a un dato anónimo. Wallace fue hallado inconsciente
en un callejón esta mañana, a sólo unas cuadras de la estación de policía. Los
oficiales no son capaces de decirnos en este momento si va ser extraditado a
Houston o la ciudad de Oklahoma para ser sometido a juicio.”
La imagen no era clara, una mala
toma y había tenido una espesa barba en el momento de la fotografía. Incluso si
Bella lo veía, probablemente no le reconocería. Yo esperaba que no, eso la
hubiera asustado innecesariamente.
—La cobertura aquí en el pueblo será poca. Está
demasiado lejos como para ser considerado de interés local— me dijo
Alice—. Fue
una buena idea que Carlisle lo llevara fuera del estado.
Yo asentí. Independientemente Bella
no vía mucha TV, y nunca había visto a su padre viendo algo además de canales
deportivos.
Hice lo que pude. Este monstruo ya
no iba a cazar y yo no era un asesino. No recientemente, de todos modos. Tuve
razón al confiar en Carlisle, aunque deseaba que el monstruo no hubiera
terminado tan fácil. Tenía la esperanza de que fuese extraditado a Texas, donde
la pena de muerte es muy popular.
No. Eso no importaba. Podría esto en
el pasado y me concentraría en lo que es más importante.
Dejé la habitación de Bella hace
menos de una hora. Ya estaba dolorido con ganas de verla de nuevo.
—Alice, te importaría…
Ella me interrumpió.
—Rosalie va a conducir, va a hacer como si está
enojada pero sabes que va a disfrutar la excusa de mostrar su automóvil —Alice se
río.
Le sonreí.
—Te veo en la escuela —Alice suspiró y mi sonrisa se
convirtió en una mueca. Ya sé, ya sé, pensó. Todavía no. Voy a esperar hasta que estés listo para que Bella me
conozca. Deberías saber, sin embargo, que no se trata sólo de mí siendo
egoísta. Yo también le voy a gustar a Bella.
No le contesté, ya que estaba saliendo
por la puerta. Esa era una forma diferente de ver la situación. ¿Querría Bella
conocer a Alice? ¿Tener una vampiro como mejor amiga?
Conociendo a Bella… la idea
probablemente no le molestaría en lo más mínimo.
Fruncí el ceño. Lo que Bella quería
y lo que era mejor para ella eran dos cosas muy distintas.
Empecé a sentirme incómodo mientras
aparcaba mi auto en la calle de Bella. El adagio humano dice que las cosas se
ven distintas en la mañana, que las cosas cambian después que duermes. ¿Me veré
diferente para Bella en la débil luz de un día brumoso? ¿Más o menos siniestro
que en la oscuridad de la noche? ¿Habrá entendido la verdad mientras dormía? ¿Finalmente
tendría miedo?
Su sueño había sido pacífico, sin
embargo, anoche. Cuando dijo mi nombre, una y otra vez, ella sonreía. Más de
una vez murmuró una plegaría para que me quedara. ¿No significaría nada eso,
hoy?
Esperé nerviosamente, escuchando los
sonidos del interior de su casa, los rápidos pasos dando tumbos por las
escaleras, el brusco rasgar de un envoltorio de aluminio, el contenido del
refrigerador chocando unos contra otros cuando azotó la puerta. Sonaba como si
tuviera prisa. ¿Deseosa de llegar a la escuela? El pensamiento me hizo sonreír,
esperanzado de nuevo.
Miré el reloj, suponía que, teniendo
en cuenta la velocidad de su decrépita camioneta que debía limitarla, era un
poco tarde.
Bella se precipito fuera de la casa,
su mochila de libros deslizándose de su hombro, su pelo enrollado en una trenza
desordenada que ya estaba partiéndose a la altura de su nuca. El grueso suéter
verde que llevaban no era suficiente para cubrir sus delgados hombros contra la
fría niebla.
El largo suéter era demasiado grande
para ella, desfavorecedor. Enmascaraba su esbelta figura, convertía todas sus
delicadas curvas y suaves líneas en un revoltijo sin forma. Apreciaba esto casi
tanto como deseaba que ella usara algo más suave como la blusa azul que había
usado ayer por la noche. El tejido se aferraba a su piel de manera tan
atractiva, con un corte bajo lo suficiente como para revelar la forma de los huesos
de su cuello, rizándose por la curva de su cuello. El azul fluía como el agua a
lo largo de la sutil forma de su cuerpo.
Era mejor–esencial–que mantuviera
mis pensamientos alejados de la forma de su cuerpo, por lo que estaba
agradecido del inapropiado suéter que vestía. No podía permitirme cometer
errores, y sería un error monumental detenerme a pensar en el extraño apetito
que sentía, de sus labios… su piel… su cuerpo… pensamientos que temblaban
sueltos dentro de mí. Apetitos que había evadido por un centenar de años. Pero
no podía permitirme pensar en tocarla, porque eso era imposible.
La rompería.
Bella se alejó de la puerta con
tanta prisa que casi chocaba de frente con mi coche sin darse cuenta.
Luego resbaló al parar, sus rodillas
se veían como un potro sobresaltado, su mochila se cayó de su brazo, y sus ojos
se abrieron ampliamente enfocándose en el automóvil.
Salí, sin cuidado de moverme a
velocidad humana y abrí la puerta del pasajero para ella. Ya no trataría de
engañarla, cuando estuviéramos solos, por lo menos, iba a ser yo mismo.
Ella me miró, sobresaltada de cómo
me materialicé de la niebla. Y entonces la sorpresa en sus ojos cambió a otra
cosa, y ya no estaba asustado–o esperanzado–de que sus sentimientos por mí
hubieran cambiado en el transcurso de la noche. Calor, admiración, fascinación,
todo nadando en el chocolate derretido de sus ojos.
—¿Quieres dar un paseo conmigo hoy? —Le pregunté.
A diferencia de la cena de anoche, quería dejarla elegir. A partir de ahora, debía
ser siempre su elección.
—Sí, gracias —murmuró, entrando en mi coche
sin la menor vacilación. ¿Alguna vez dejaría
de emocionarme, que fuera a mí al que le decía que sí?
Corrí alrededor del coche, deseoso
de unirme a ella. No parecía estar sorprendida por mi repentina reaparición.
La felicidad que sentía cuando ella
se sentaba a mi lado de esta manera no tenía precedente. Aunque disfrutaba del amor
y compañía de mi familia, a pesar de los distintos entretenimientos y las
distracciones que mi mundo tenía para ofrecer, nunca había sido tan feliz como ahora.
Aun sabiendo que estaba equivocado, que esto no podía terminar bien, no podía borrar
la sonrisa de mi cara por mucho tiempo cuando estábamos juntos.
Mi chaqueta estaba doblada en el
respaldo de su asiento. La vi mirándola.
—Traje la chaqueta para ti—le dije.
Esta era mi excusa, tenía que proporcionar una, para llegar esta mañana sin
invitación. Hacía frío, ella no tenía chaqueta, sin duda se trataba de una
forma aceptable de caballerosidad—. No quería que te enfermaras o algo.
—No soy tan delicada —dijo, mirando a mi pecho en
lugar de mi cara, como si nos estuviera segura de ver mis ojos. Pero se puso la
chaqueta antes de que tuviera que recurrir a una petición o alguna persuasión.
—¿Ah, no? —me murmuré a mí mismo.
Ella miró hacia la carretera cuando
aceleré hacia la escuela. Sólo podía soportar el silencio durante unos segundos.
Tenía que saber qué pensaba esta mañana. Cuánto había cambiado entre nosotros
desde la última vez que había salido el sol.
—¿Qué, no tienes veinte preguntas para hoy? —Le pregunté,
restándole importancia de nuevo. Ella sonrió, aparentemente alegre de que
hubiera abordado el tema.
—¿Te molestan mis preguntas?
—No tanto como
tus reacciones —le
dije con honestidad, sonriendo en respuesta a su sonrisa.
Su boca se torció hacia abajo,
—¿Reaccione mal?
—No, ese es el problema. Te tomaste todo
demasiado bien, no es natural— Nadie ha gritado hasta ahora. ¿Cómo puede ser
posible? —. Me
hace preguntarme qué estás pensando realmente—. Por supuesto, todo lo que ella
hiciera o no hiciera me hacia preguntarme eso.
—Siempre te digo lo que pienso de verdad.
—Lo censuras.
Sus dientes presionaron su labio
otra vez. No parecía darse cuenta cuando lo hacía. Era una respuesta
inconsciente a la tensión.
—No mucho.
Sólo esas palabras eran suficientes
para mantener mi rabiosa curiosidad. ¿Qué me estaba ocultando a propósito?
—Lo suficiente para volverme loco —dije.
Ella vaciló, y luego susurró—: No quieres
saberlo.
Tuve que pensarlo por un momento,
recordar toda nuestra conversación de anoche, palabra por palabra, antes de
hacer la conexión. Tal vez tomó más concentración, porque no podía imaginar
nada que no quisiera que me dijera. Y luego–porque el tono de su voz era el
mismo de anoche; de repente había dolor en ella de nuevo–lo recordé. Una vez,
le pedí que no dijera sus pensamientos. Nunca
digas eso, lo hice, le gruñí. La hice llorar…
¿Era esto lo que ocultaba de mí? ¿La
profundidad de sus sentimientos hacia mí? ¿Que el que yo fuera un monstruo no
le importaba, y que pensaba que ya era demasiado tarde para cambiar de parecer?
No podía hablar, la alegría y el
dolor eran demasiado fuertes para hacerlo, el conflicto entre ellos era
demasiado salvaje para tener una respuesta coherente. El auto quedó en
silencio, salvo por el constante ritmo de su corazón y pulmones.
—¿Dónde está el resto de tu familia? —Preguntó de
repente.
Tomé aliento, registrando el olor en
el auto con verdadero dolor al principio, me estaba acostumbrando a esto, me di
cuenta con satisfacción; y obligándome a ser casual otra vez.
—Se fueron en el auto de Rosalie— aparqué en
el lugar vacío junto al coche en cuestión. Escondí mi sonrisa mientras veía
como sus ojos se ensanchaban—. Ostentoso, ¿no?
—Caramba, si ella tiene esto, ¿por qué viene contigo?
Rosalie hubiera disfrutado la
reacción de Bella… si ella fuera objetiva respecto a Bella, lo cual
probablemente no ocurriría.
—Como he dicho, es ostentoso. Intentamos no desentonar.
Por supuesto, Bella era
completamente ignorante de la contradicción inherente con mi propio auto. No
era un accidente que se nos viera con frecuencia en el Volvo–un auto celebrado por
su seguridad. Seguridad, la única cosa de un auto que nunca necesitarían los
vampiros. Pocos reconocerían la poco común versión de carreras, sin mencionar
los cambios que le habíamos hecho después.
—Pues no lo logran —me dijo, y entonces se rió sin
preocupaciones.
El alegre y fluido sonido de su risa
calentó el hueco en mi pecho.
—Entonces, ¿por qué condujo hoy Rosalie si se
trata de no llamar la atención? —Se preguntó.
—¿No lo has notado? Estoy rompiendo todas las reglas.
Mi respuesta debería haber sido
ligeramente aterradora, así que, por supuesto, Bella sonrió.
Una vez fuera del auto, caminé lo
más cerca de ella que me atreví, mirando con cuidado cualquier señal de que mi
proximidad le molestara. Dos veces, su mano se movió hacia mí pero la
regresaba. Parecía como si quería
tocarme… Mi respiración se aceleró.
—¿Por qué todos ustedes tienen autos como esos
si quieren pasar desapercibidos? —pregunto mientras caminábamos.
—Un lujo— admití—. A todos nos gusta conducir deprisa.
—Suena lógico —musitó en un tono amargo.
Ella no miró hacia arriba para ver
mi sonriente respuesta.
¡No!
No puedo creer esto. ¿Cómo demonios lo hizo Bella?
Las alucinaciones de Jessica
interrumpieron mis pensamientos. Ella estaba esperando a Bella, refugiándose de
la lluvia bajo el borde del techo de la cafetería, con la chaqueta de invierno
de Bella sobre el brazo. Sus ojos se ampliaron con incredulidad. Bella lo notó también al momento siguiente. Un
tenue rosado tocó su mejilla cuando Bella registró la expresión de Jessica.
—Hola, Jessica. Gracias por acordarte —Bella la
saludó. Jessica le entregó la chaqueta sin palabras.
Debía ser cortés con los amigos de
Bella fuesen o no buenos amigos.
—Buenos días, Jessica.
¡Caramba!
Jessica abrió los ojos aún más, pero
no se estremeció ni retrocedió como esperaba. Aunque ella siempre me encontró
atractivo en el pasado, siempre había mantenido una distancia segura antes, del
mismo modo que todos nuestros admiradores lo hacían inconscientemente. Fue extraño
y divertido… y, honestamente, un poco embarazoso… el darme cuenta de cuánto me
había suavizado estar cerca de Bella. Parecía que ya nadie me tenía miedo. Si
Emmett se enteraba de esto, se reiría por el próximo siglo.
—Eh… hola— murmuró Jessica y poso sus ojos en Bella, llena
de preguntas—. Supongo
que te veré en mate.
Vas
a hablar demasiado. Detalles. ¡Tengo que tener detalles! ¡El maldito Edward
CULLEN!
Bella torció la boca.
—Sí, allí nos vemos.
Los pensamientos de Jessica corrían
salvajemente mientras se apresuraba a su primera clase, mirándonos de vez en
cuando.
Toda
la historia. No voy a aceptar nada menos. ¿Tenían planeado reunirse noche? ¿Están
saliendo? ¿Desde hace cuánto? ¿Cómo puede ella mantener esto en secreto? ¿Por
qué lo haría? No puede ser una cosa casual, tiene que ser algo serio. Los
averiguaré Me pregunto si está haciéndolo
con él… ¡Ay, me desmayo!
De repente los pensamientos de
Jessica se volvieron incoherentes, dejó trabajar sus fantasías como un remolino
a través de su cabeza. Me estremecí con sus especulaciones y no solo porque
había sustituido a Bella con ella en sus imágenes mentales.
No podía ser así. Y, sin embargo,
yo… yo lo quería…
Me resistí a admitirlo, incluso a mí
mismo. ¿De cuántas maneras equivocadas iba a querer a Bella? ¿Cuál iba a acabar
matándola?
Sacudí mi cabeza y trate de
calmarme.
—¿Qué vas a decirle? —Le pregunté a Bella.
— Hey!—me susurró furiosa—. ¡Pensé que no podías leerme la mente!
—No puedo— La miré sorprendido, tratando de darle
sentido de sus palabras. Ah, debimos haber estado pensando la misma cosa al
mismo tiempo—. Sin
embargo—le dije—. Pero
puedo leer la suya. Te va tender una emboscada en clase.
Bella gimió y a continuación se
quitó la chaqueta. No me di cuenta de que estaba regresándomela, yo no se la
iba a pedir; hubiera preferido que se la quedara… un suvenir, por lo que fui
demasiado lento para ofrecerle mi ayuda. Me entregó la chaqueta, y se puso la
suya
—Entonces ¿qué le vas a decir? —presioné.
—Dame una ayudita, ¿Qué quiere saber?
Sonreí y sacudí la cabeza. Quería
oír lo que estaba pensando sin inducirla.
—Eso no es justo.
Entrecerró los ojos.
—Lo que no es justo es que no compartas lo que
sabes.
Cierto, a ella no le gustaba la
doble moral.
—Ella quiere saber si estamos saliendo en
secreto— dije
lentamente—.Y
también que sientes por mí.
Sus ojos se hicieron grandes,
estaban abiertos para mí, legibles.. Se estaba haciendo la inocente.
—Oh— murmuró—. ¿Y qué debo decir?
—Uhmm—,Ella siempre trataba de hacerme darle más de
lo que ella me daba a mí.
Un caprichoso mechón de su pelo,
ligeramente húmedo por la niebla, se extendía
a través de su
hombro y se rizaba alrededor de su cuello, donde su cuello se ocultaba por el
ridículo suéter. Moví mis ojos a través de las otras líneas ocultas…
Alcancé el mechón con cuidado para
no tocar su piel–la mañana ya era bastante fría sin mi tacto–y lo acomodé de
nuevo en el moño de manera que no me distrajera de nuevo. Recordé cuando Mike
Newton había tocado su cabello, y mi mandíbula de torció al hacerlo. Ella había
retrocedido ante él. Su reacción ahora no fue la misma, en vez de eso, una
avalancha de sangre se movió bajo su piel, y de repente, un golpeteó irregular
de su corazón.
Traté de esconder mi sonrisa para
responder a su pregunta.
—Supongo que, si no te importa, podrías decir sí
a lo primero—,su elección, siempre su elección—. Es más fácil que cualquier otra explicación.
—No me importa —susurró. Su corazón aún no había
regresado a su ritmo normal.
—Y en cuanto a su otra pregunta— no pude
ocultar mi sonrisa esta vez—. Bueno, estaré atento para conocer la respuesta.
Dejaría que Bella considerara eso. Reprimí una carcajada mientras la
sorpresa cruzó su rostro.
Di la vuelta y me alejé rápidamente,
antes de que pudiera hacer más preguntas. Tuve un momento difícil al no darle
lo que quería. Y deseaba escuchar sus pensamientos, no los míos.
—Te veo en el almuerzo —grité por encima de mi hombro,
una excusa, para comprobar aún estaba mirándome. Su boca colgaba abierta. Me
volteé de nuevo y reí.
Mientas caminaba, era vagamente
consciente de los sorprendidos y especulativos pensamientos que se
arremolinaban alrededor de mí, ojos saltando entre la cara de Bella y mi figura
en retirada. Apenas les presté atención. No podía concentrarme. Era bastante
difícil mantener mis pies moviéndose a una velocidad aceptable mientras cruzaba
el empapado césped hacia mi primera clase. Quería correr, de verdad correr, tan
rápido que pudiera desaparecer, tan rápido que sentiría como si volara. Una
parte de mí ya estaba volando.
Me puse la chaqueta cuando llegué a
clase, dejé que su fragancia me envolviera. Ardería ahora, dejaría que el olor
me desensibilizara, y entonces sería más fácil ignorarlo después, cuando estuviera
con ella de nuevo en el almuerzo.
Era bueno que mis maestros ya no se
molestaran en llamarme. Hoy podría haber sido el día en que me hubieran
atrapado desprevenido y sin respuestas. Mi mente estaba en tantos lugares esta
mañana, sólo mi cuerpo estaba en el aula.
Por supuesto, yo estaba viendo a
Bella. Eso se estaba convirtiendo en algo tan natural y automático como
respirar. Algo en lo que apenas pensara conscientemente. Oí su conversación con
un desmoralizado Mike Newton. Ella rápidamente dirigió la conversación hacia
Jessica, y yo sonreí tan ampliamente que Rob Sawyer, que se sentaba en el
escritorio a mi derecha, se estremeció visiblemente y reclinó profundamente en
su asiento, lejos de mí.
Ugh.
Espeluznante.
Bueno, no lo había perdido por completo.
También estaba monitoreando
vagamente a Jessica, mirándola perfeccionar sus preguntas para Bella. Apenas
podía esperar para el cuarto período, diez veces más impaciente y ansiosos que
la curiosa niña humana que quería chismes frescos.
Y también escuchaba a Ángela Weber.
No había olvidado la gratitud que le
tenía por pensar nada más que cosas amables hacia Bella, en primer lugar y, en
segundo, por su ayuda ayer en la noche. Así que esperé a lo largo de la mañana,
en busca de algo que ella quisiera. Asumí que sería fácil; como cualquier otro
humano, debía existir algún adorno o juguete que quisiera especialmente.
Varios, probablemente. Me gustaría enviarle algo anónimamente y así estar a
mano.
Pero Ángela resulto ser casi tan
cortes como Bella en sus pensamientos. Ella era extrañamente contenta para ser
una adolescente. Feliz. Tal vez esa era la razón de su inusual amabilidad, ella
era una de esas pocas personas que tenían lo que querían y querían lo que
tenían. Si no estaba prestando atención a sus maestros y sus notas, estaba
pensando en sus pequeños hermanos gemelos que llevaría a la playa este fin de
semana, anticipando su entusiasmo con un
instinto casi maternal. A menudo cuidaba de ellos, pero no estaba resentida de
este hecho, era muy dulce.
Pero no realmente útil.
Tenía que haber algo que ella
quisiera. Sólo tenía que seguir buscando. Pero después. Ya era hora de la clase
matemáticas de Bella con Jessica. No estaba viendo a dánde iba cuando caminaba
hacia Inglés. Jessica ya estaba en su asiento, moviendo sus pies con impaciencia
esperando que Bella llegara.
Por el contrario, una vez que estuve
en mi asiento asignado en el aula, me quedé totalmente quieto. Tuve que
recordar agitarme de vez que cuando para mantener la farsa. Era difícil; mis
pensamientos estaban tan centrados en los de Jessica. Esperaba que pusiera atención,
que realmente tratara de leer la cara de Bella para mí. El golpeteó de Jessica se
volvió más impacientemente cuando Bella entró al aula.
Se
ve tan… desanimada ¿Por qué? Tal vez no pasa nada con Edward Cullen. Eso sería
una decepción. Excepto que… entonces él todavía está disponible… Si él de
repente está interesado en las citas, no me importaría ayudar con eso…
La cara de Bella no se veía
desanimada, sino reacia. Estaba preocupada, ella sabía que yo estaría escuchando
todo esto.
—¡Cuéntamelo todo! —Exigió Jess mientras Bella todavía se quitaba
su chaqueta para colgarla en la parte de atrás de su asiento. Se movía con
deliberación, indispuesta.
Ugh,
es tan lenta. ¡Vamos a la parte jugosa!
—¿Qué quieres
saber?" Bella evadió mientas tomaba su asiento.
—¿Qué pasó
anoche?
—Me llevo a cenar,
y luego me llevó a casa.
¿Y
después? ¡Vamos, tiene que haber más que eso! Ella está mintiendo, lo sé. La
atraparé.
—¿Cómo llegaste
a casa tan rápido?
Observé a Bella rodar los ojos a la
suspicacia de Jessica.
—Conduce como
loco. Fue aterrador.
Ella sonrió, una pequeña sonrisa, y
me reí en voz alta, interrumpiendo los anuncios del Sr. Mason. Intenté
convertir la risa en una tos, pero nadie se dejo engañar. El Sr. Mason me dirigió
una mirada irritada, pero ni siquiera me molesté en escuchar el pensamiento
detrás eso. Yo estaba escuchando a Jessica.
Uhm.
Suena como si estuviera diciendo la verdad. ¿Por qué me hace sacarle esto, palabra
por palabra? Si se tratara de mí estaría gritándolo a todo pulmón.
—¿Fue como una
cita? ¿Le dijiste que se reunieran allí?
Jessica vio
confusión cruzando la expresión de Bella y se decepcionó de lo genuina que
parecía.
—No, me sorprendió mucho verlo allí —le dijo
Bella.
¿Qué
está pasando?
—Pero te
recogió hoy para venir a la escuela.
Tiene
que haber más en esta historia.
—Sí eso
también fue una sorpresa... Él notó que anoche no tenía chaqueta.
Eso
no es muy divertido, pensó Jessica,
decepcionada de nuevo.
Yo ya estaba cansado de su línea de
interrogatorio, quería escuchar algo que no supiera. Esperaba que no estuviera tan
decepcionada que se saltara las preguntas que yo estaba esperando.
—Así que…
¿van a salir de nuevo? —Jessica exigió saber.
—Él se ofreció
a llevarme a Seattle el sábado porque cree que mi camioneta no es muy
confiable… ¿eso cuenta?
Hmm. Él seguramente quiere ir… para así, cuidar de ella. Si ella no siente nada, de
seguro él sí… ¿Cómo puede ser eso? Bella está loca.
—Sí —Jessica
respondió la pregunta de Bella.
—Bueno,
entonces sí —concluyo
Bella.
—Vaya…
Edward Cullen.
Tanto
si le gusta o no, esto es importante.
—Lo sé
—Bella
suspiró.
Su tono de su voz alentó a Jessica.
Finalmente–¡Suena
como si ya lo hubiera entendido!
—¡Espera!— dijo Jessica, recordando su
pregunta más vital— . ¿Te beso?
Por
favor, ¡Dí que sí! ¡Y luego describe cada segundo!
—No—murmuro
Bella, y luego miró sus manos, su cara caída—. No es de esos.
Demonios.
Desearía… Já. Parece que ella también.
Fruncí el ceño. Bella parecía molesta
por algo, pero no podía ser decepción como Jessica asumió. Ella no puede querer
eso. No sabiendo lo que sabe. Ella no puede querer estar cerca de mis dientes. Por todo lo que sabía, yo tenía
colmillos.
Me estremecí.
—¿Crees
que el Sábado…? —Jessica preguntó.
Bella parecían aún más frustrada de
como dijo—: Realmente lo dudo.
Sí,
ella lo desea. Eso apesta.
¿Era porque lo estaba viendo todo a
través del filtro de las percepciones de
Jessica que parecía
que ella tenía razón?
Por medio segundo me distrajo la
idea, la imposibilidad, de cómo sería tratar de besar a Bella. Mis labios en
sus labios, piedra fría contra calidez y tierna seda…
Y entonces ella muere.
Sacudí la cabeza, adolorido, y me obligué
a prestar atención.
—¿De qué
hablaron?
¿Hablaste
con él, o le sacaste cada pizca de información como yo?
Sonreí con
pesar. Jessica no estaba muy lejos de la verdad.
—No lo sé,
Jess, un montón de cosas. Hablamos un poco sobre el ensayo de
Inglés.
Muy poco. Sonreí ampliamente.
¡Ay, por Dios!
—¡Por
favor, Bella! Dame algunos detalles.
Bella deliberó por un momento.
—Bueno…
está bien, tengo uno. Deberías haber visto la mesera coquetear con él, fue
atrevida pero él no le prestó atención en absoluto.
Qué curioso detalle para compartir.
Me sorprendió que Bella lo hubiera notado incluso. Parecía una cosa
intrascendente.
Interesante…
—Esa es
una buena señal. ¿Era bonita?
Hmm. Jessica pensó en ello más de lo
que yo lo hice.
—Mucho—,Bella le
dijo—. Y
probablemente tendría unos diecinueve o veinte años.
Jessica se distrajo momentáneamente
con una memoria de Mike en su cita la noche del lunes, Mike siendo demasiado
amable con una camarera que Jessica no consideraba bonita en absoluto. Ella se
alejó de ese recuerdo y volvió enseguida, para ahogar su irritación, en su
búsqueda de detalles.
—Incluso
mejor. Debes gustarle.
—Creo que
sí—dijo
Bella lentamente, y yo ya estaba al borde de mi asiento, con el cuerpo rígido—. Pero es
difícil saberlo. Él siempre es tan críptico.
No debí haber sido tan transparente
y fuera de control como pensaba. Aún así, siendo atenta… como era… ¿Cómo no se
había dado cuenta de que estaba enamorado de ella? Recordé nuestra
conversación, casi sorprendido de que no lo hubiera dicho voz alta. Sentí que
ese conocimiento había sido el contexto de cada palabra entre nosotros. ¡Vaya!
¿Cómo te sientas allí, enfrente de un modelo masculino y tienes una
conversación?
—No sé
cómo tuviste suficiente valor para estar a solas con él —dijo Jessica.
Bella se sorprendió.
—¿Por qué?
Reacción rara ¿Qué es lo que cree
que significa?
—Él es tan—… ¿Cuál es la
palabra correcta?—.
Intimidante. Yo no sabría qué decirle—. Esta mañana ni siquiera pude hablar español y todo lo que él dijo fue
buenos días. Debo haber sonado como una idiota.
Bella sonrió.
—Me vuelvo
medio incoherente cuando estoy con él.
Seguramente trataba de que Jessica
se sienta mejor. Ella tenía un autocontrol antinatural cuando estábamos juntos.
—Oh bueno—, Jessica
suspiró—. Él es increíblemente guapo.
La cara de Bella se congeló de
repente, sus ojos destellaban de la misma manera que lo hacían cuando le
molestaba alguna injusticia. Jessica no se dio cuenta del cambio en su
expresión.
—El es
mucho más que eso —Bella chasqueó.
Oooh. Ahora estamos yendo a alguna parte.
—¿De
verdad como qué? —Bella mordió su labio por un momento.
—No te lo
puedo explicar ahora—dijo finalmente—. Pero es
aún más increíble detrás del rostro.
Apartó la mirada de Jessica, sus ojos
parecía ligeramente desenfocados como si estuviera mirando algo muy lejano.
Recordé cómo me sentía cuando Carlisle
o Esme me elogiaban más de lo que merecía. Esta emoción fue similar, pero más
intensa, más apasionada.
Véndele
esa estupidez a alguien más–¡No hay nada mejor que esa cara! A menos que sea su
cuerpo. ¡Dios!
—¿Es eso
posible? —dijo
Jessica entre risitas.
Bella no volteó. Continuó mirando a
la distancia, haciendo caso omiso de Jessica.
Una
persona normal estaría fanfarroneando. Tal vez si mantengo mis preguntas
simples. Ja Ja. Como si estuviera hablando con un niño de preescolar.
—Así que,
¿te gusta?
Me puse rígido de nuevo.
Bella no miró a Jessica.
—Sí.
—Quiero decir, ¿realmente te gusta?
—Sí.
¡Mira
ese rubor!
—¿Qué
tanto te gusta? —Jessica exigió saber.
El aula de inglés podría haber
estado en llamas y yo no lo habría notado.
La cara de Bella ahora era de un
color rojo brillante, casi podía sentir el calor de la imagen mental.
—Demasiado— le susurró—. Más de lo que yo le gusto a él. Pero no sé
cómo evitarlo.
¡Rayos!
¿Qué preguntó el Sr. Varner?
—Uhm, ¿Qué
número Sr Varner?
Era bueno que Jessica ya no pudiera
interrogar a Bella. Necesitaba un minuto. ¿Qué rayos estaba pensando esta chica
ahora? ¿“Más de lo yo le gusto a él”?
¿Cómo podía pensar eso? “Pero no sé cómo
evitarlo”, ¿Qué se supone que significaba eso? No pude encontrar una
explicación racional a sus palabras. Eran prácticamente sin sentido.
Al parecer, no podía dar nada por
sentado. Cosas obvias, cosas que tenían sentido, de alguna manera llegaban
retorcidas a ese bizarro cerebro de ella.
Fulminé el reloj con la mirada,
apretando los dientes. ¿Cómo podían unos cuantos minutos parecer tan
imposiblemente largos para un inmortal? ¿Dónde estaba mi punto de vista?
Mi mandíbula estuvo apretada toda la
clase de matemáticas del Sr. Varner. Oí más de esa lección que de mi propia
clase. Bella y Jessica no hablaron de nuevo, pero Jessica hecho un vistazo a
Bella varias veces, en una de ellas su cara era brillante escarlata de nuevo y
sin motivo aparente.
El almuerzo no llegaba con la
suficiente rapidez.
No estaba seguro de si Jessica obtendría
algunas de las respuestas que estaba esperando para cuando la clase terminara,
pero Bella fue más rápida.
Tan pronto como sonó la campana,
Bella volteó hacia Jessica.
—En
Inglés, Mike me preguntó si habías dicho algo sobre el lunes por la noche —dijo Bella,
con una sonrisa tirando en las esquinas de sus labios. Entendí esto por lo que
era, atacar es la mejor defensa.
¿Mike
preguntó por mí? El entusiasmo hizo que la mente de Jessica se descuidara, más
suave, sin su habitual borde insidioso.
—¡Estás
bromeando!, ¿Qué le dijiste?
Claramente, eso era todo lo que iba
a obtener de Jessica hoy. Bella estaba sonriendo como si hubiese pensado lo
mismo. Como si pensara que ganó el round.
Bueno, el almuerzo sería otra
historia.
Me moví apáticamente hacia la clase
de Gimnasia con Alice, esa era la forma en que siempre nos movíamos cuando se
trataba de alguna actividad física con los humanos. Naturalmente, ella era mi
compañera de equipo. Ningún humano quería hacer equipo con nosotros. Era el
primer día de bádminton. Suspiré del
aburrimiento, mientras movía la raqueta como si fuera en cámara lenta, con
pequeños golpes para mandar el gallito al otro lado. Lauren Mallory estaba en
el otro equipo; y falló. Alice giraba su raqueta como si fuera un bastón, mirando
al techo. Ella dio dos pasos hacia la red y Lauren se encogió retrocediendo dos
pasos.
Todos odiábamos Gimnasia, en
especial Emmett. Los juegos de Lanzamiento eran una afrenta a su filosofía
personal. Gimnasia se veía peor hoy de lo habitual, me sentía igual de irritado
que Emmett. Antes de que mi cabeza explotara de impaciencia, el entrenador
Clapp terminó los juegos y nos sacó antes de la clase. Estaba ridículamente
agradecido de que se hubiera saltado el desayuno–un nuevo intento de la dieta–y
la consecuente hambre lo tenía a toda prisa con ganas de encontrar una comida
grasienta en alguna parte. Se prometió a sí mismo que mañana empezaría de nuevo…
Esto me dio tiempo suficiente
para llegar al edificio de matemáticas antes de que la clase de Bella
terminara.
Disfrútalo,
pensó Alice mientras se dirigida a reunirse con Jasper. Sólo tengo que ser paciente unos días más. ¿Supongo que no querrás
decirle hola a Bella de mi parte?
Sacudí la cabeza, exasperado. ¿Eran
todos los psíquicos tan presumidos?
Para
tu información va a estar soleado este fin de semana. Quizá quieras cambiar tus
planes.
Suspiré mientras seguía en dirección
contraria. Presumidos, pero sin duda útiles. Me apoyé contra la pared junto a
la puerta, esperando. Estaba lo suficientemente cerca para escuchar la voz de
Jessica a través de los ladrillos, así como sus pensamientos. —¿Hoy no te vas a sentar con nosotros ¿verdad?
Ella
se ve… radiante. Apuesto a que hay toneladas de cosas que no me dijo.
—No lo creo —respondió Bella, extrañamente insegura. ¿No le
había prometido pasar el almuerzo con ella? ¿En qué estaba pensando?
Salieron de la clase juntas, y los ojos
de ambas se ensancharon cuando me vieron. Pero sólo podía escuchar a Jessica.
Bien.
Vaya. Sí, aquí pasa más de lo que me está diciendo.
—Te veo luego, Bella.
Bella caminó hacia mí, a paso lento,
aún insegura. La piel de sus pómulos era de color rosa. Ahora la conocía lo
suficientemente bien como para asegurar que no era miedo lo que había detrás de
su vacilación. Al parecer, esto era sobre algún abismo que imaginaba entre sus
sentimientos y los míos. Más de lo que yo
le gusto. ¡Absurdo! —Hola —dije, con la
voz un poco seca. Su cara se puso de un rosa brillante.
—Hola.
No parecía decidida a decir algo más,
por lo que la lleve camino a la cafetería y ella caminó en silencio a mi lado.
La chaqueta había funcionado–su
aroma no fue el golpe que generalmente era.
Sólo era una
intensificación del dolor que ya sentía. Podía ignorarlo con más facilidad de
lo que alguna vez creí posible.
Bella estaba inquieta a mientras esperábamos
en la fila, jugando distraídamente con el cierre de su chaqueta, cambiando
nerviosamente de un pie al otro. Me miraba a menudo, pero siempre que
encontraba mi mirada, veía hacia abajo como si estuviera avergonzada. ¿Era porque
había muchas personas mirándonos? Tal vez podría oír los susurros, el chismorreo
hoy era tanto mental como verbal.
O tal vez se dio cuenta, por mi
expresión, de que iba a querer algunas explicaciones.
No dijo nada hasta que estaba
reuniendo el almuerzo. No sabía lo que a ella le gustaba, todavía, así que
agarre de todo.
—¿Qué estás haciendo?—bufó en voz baja—. No pensarás
llevarte todo eso para mí?
Sacudí la cabeza, y empujé la
bandeja hasta la caja.
—La mitad es para mí, por supuesto.
Alzó la ceja de manera aséptica,
pero no dijo nada más mientras pagaba los alimentos y la acompañaba a la mesa en
que nos sentamos la semana pasada. Parecía que había pasado mucho más que unos
pocos días. Todo era diferente ahora.
De nuevo se sentó frente a mí.
Empujé la bandeja hacia ella.
—Toma lo que quieras —dije. Escogió una manzana y la
giró entre sus manos, con una mirada especulativa en el rostro.
—Tengo curiosidad
¡Qué sorpresa!
—¿Qué harías si alguien
te reta a comer comida? —continuó en voz baja para que no llegara a oídos humanos.
Los oídos inmortales eran otro asunto, si esos oídos estuvieran prestando atención.
Fruncí el ceño.
—Tú siempre sientes curiosidad —me quejé. Oh,
bueno. No era como si no hubiese tenido que comer antes. Era parte de la farsa.
Una desagradable.
Tomé la cosa más cercana y atrapé su
mirada mientras mordía un pequeño bocado de lo que sea que fuera. Sin mirar, no
podía saberlo. Era viscoso, grueso y repulsivo como cualquier otra comida
humana. Mastique y trague con rapidez, tratando de no hacer muecas. El trozo de
comida se movió lenta e incómodamente por mi garganta. Suspiré mientras pensaba
que cómo tendría que sacarlo después. Desagradable.
La expresión de Bella era
horrorizada. Impresionada.
Quería poner los ojos en blanco. Por
supuesto, habíamos perfeccionado esos engaños.
—¿Si alguien te reta a comer tierra puedes,
verdad?
Su nariz se arrugó y ella sonrió.
—Lo hice una vez… por una apuesta. No fue tan
malo.
Me reí.
—Supongo que no me sorprende.
¿Cómo pudo? ¡Ese imbécil egoísta!
¿Cómo puede hacernos esto a nosotros? El penetrante chillido mental de Rosalie atravesó
mi humor.
—Tranquila, Rose —escuché a Emmett susurrar a través de
la cafetería. Su brazo estaba a través de los hombros de ella, sosteniéndola
apretada a su lado. Reteniéndola.
Lo
siento, Edward. Pensó Alice con culpa. Ella podía ver que Bella sabía demasiado
por tu conversación… y bueno, hubiese sido peor si no le decía la verdad de una
vez. Créeme.
Me
estremecí ante la imagen mental que siguió, lo que habría pasado si le hubiera
admitido a Rosalie que Bella sabía que yo era un vampiro cuando estábamos en
casa, donde Rosalie no tenía una fachada que mantener. Tendría que esconder mi
Aston Martin en algún lado fuera del estado si ella no se calmaba para el
momento en que terminara la escuela. La
vista de mi auto favorito mutilado y quemado fue molesta, aunque sabía que me
había ganado la retribución.
Jasper no estaba más feliz.
Lidiaría con los otros después. Solo
tenía tiempo asignado para estar con Bella y no lo iba a desperdiciar.
Edward
y Bella se ven cómodos, ¿verdad? Mientras intentaba ignorar a Rosalie, los
pensamientos de Jessica interrumpieron. Esta vez no me importó. Buen lenguaje corporal. Voy a reconstruirlo
para Bella. Se está inclinando hacia ella en la forma en que debería, si está
interesado. Se ve interesado. Se ve… perfecto. Jessica suspiró. Yum.
Me encontré con los ojos curiosos de
Jessica y ella desvió su mirada nerviosamente, encogiéndose de vuelta en su
silla. Uhmm. Probablemente será mejor apegarme
a Mike. A la realidad, no a la fantasía…
Poco tiempo había pasado, pero Bella
había notado mi abstracción.
—Jessica está analizando todo lo que hago—, le dije.
Usando la menor distracción como excusa—. Luego lo reconstruirá para ti.
La rabieta de Rosalie continuó. Un
monólogo interno caustico que con suerte se detuvo por un segundo o dos
mientras buscaba en su memoria por insultos frescos que lanzar a mi dirección.
Forcé el sonido a que fuera ruido de fondo, determinado a estar presente con
Bella.
Empujé el plato de comida hacia
ella–pizza, me di cuenta–preguntándome cómo era mejor empezar. Mi antigua
frustración flameaba mientras repetía sus palabras mi cabeza: Más de lo que yo le gusto a él. Pero no sé cómo
evitarlo.
Ella mordió la misma rebanada de
pizza. Me sorprendió lo confiada que era. Por supuesto, ella no sabía que yo
era ponzoñoso, no es que compartir la comida fuera a dañarla. Aun así, esperaba
que ella me tratara diferente. Como otra cosa. Ella nunca lo hizo.
Espesaría con delicadeza.
—¿Entonces, la camarera era bonita? —Ella alzó una
ceja.
—¿De verdad no te diste cuenta? —Como si
cualquier mujer pudiera esperar que quitara mi atención de Bella. Absurdo, de
nuevo.
—No, no estaba prestando atención. Tenía muchas
cosas en la cabeza.
—Pobre chica —dijo Bella. Sonriendo.
Le gustaba que
no hubiera encontrado a la camarera interesante en ninguna forma. Podía
entender eso. ¿Cuántas veces me había imaginado incapacitando a Mike Newton en
la clase de Biología?
Honestamente ella no podía creer que
sus sentimientos humanos, el fruto de diecisiete cortos años mortales, podrían
ser más fuertes que esta bola de demolición que me ha destrozado después de un
siglo de vacío.
—Algo de lo que le dijiste a Jessica—… No podía
mantener mi voz casual—. Bueno, me molesta.
Inmediatamente se puso a la
defensiva.
—No me sorprende que oyeras algo que te disgustara,
ya sabes lo que dicen de los chismosos.
Los chismosos nunca oyen cosas
buenas de ellos, eso es lo que dicen.
—Te advertí que estaría escuchando —le recordé.
—Y yo te advertí que no querrías saber todo lo
que pienso.
Ah, ella estaba pensando en cuando
la hice llorar. El remordimiento hizo mi voz más gruesa.
—Cierto, aunque te equivocas: quiero saber todo
lo que piensas…Todo, solo que desearía que no pensaras algunas cosas.
Más medias mentiras. Sabía que no debería
querer que se preocupara por mí. Pero lo quería. Claro que lo quería.
—Esa es una distinción importante—, refunfuño,
frunciendo el ceño—. Pero ese no es el punto por ahora.
—¿Entonces cuál es? —Se inclino hacia mí, con su mano
ahuecada ligeramente alrededor de su garganta. Atrajo mi mirada–me distrajo–Qué
tan suave se sentirá su piel…
Concéntrate,
me ordené a mí mismo.
—¿De verdad crees que te interesas más por mí,
que yo por ti? —Le
pregunté. La pregunta sonó ridícula para a mí, como si las palabras estuvieran
revueltas.
Ella se congeló por un momento, incluso
su respiración se detuvo. Entonces desvió su mirada, parpadeando rápidamente.
Su aliento se convirtió en un suave jadeó. —Lo hiciste de
nuevo —murmuró.
—¿Qué?
—Deslumbrarme —admitió, mirando mis ojos con
cautela.
—Oh —No estaba seguro de qué hacer al respecto. Todavía
estaba emocionado con el hecho de que podía
deslumbrarla. Pero esto no estaba ayudando al progreso de la conversación.
—No es culpa tuya— suspiró—. No puedes evitarlo.
—¿Vas a responder mi pregunta? —Le exigí.
Fijó la vista en la mesa.
—Sí.
Eso fue todo lo que dijo.
—¿Sí, vas a responder, o sí, realmente piensas
eso? —Pregunté
con impaciencia. —Sí, realmente
lo creo —dijo
sin mirarme. Hubo un ligero tono de tristeza en su voz. Se sonrojo de nuevo,
sus dientes se movieron inconscientemente hacia su labio.
Abruptamente, me di cuenta de que le
costaba admitirlo, porque realmente lo creía. Yo no era mejor que el cobarde de
Mike, pidiéndole que confirmara sus sentimientos antes de que yo confirmara los
míos. No importaba que yo sintiera que había dejado mi lado muy claro. Ella no
lo había captado, por lo que no tenía excusa.
—Te equivocas —prometí. Debió escuchar la
ternura en mi voz.
Bella me miró, sus ojos opacos, sin
rastro de nada.
—Eso no puedes saberlo —susurró.
—¿Qué te hace pensar eso? —pregunté. Inferí
que ella pensó que estaba subestimando sus sentimientos porque no podía leer
sus pensamientos. Pero, en verdad, el problema era que ella esta subestimando
grandemente los míos.
Ella me miró de nuevo, juntando las
cejas, mordiendo sus labios. Por millonésima vez, deseé desesperadamente que
sólo pudiera escucharla.
Cuando iba comenzar a suplicarle, ella
alzo un dedo para callarme.
—Déjame pensar —pidió. Mientras que simplemente
estuviera organizando sus pensamientos, podía ser paciente.
O podía pretender que lo era.
Presionó sus manos juntas,
entrelazando y liberando sus delgados dedos. Ella observó sus manos como si
pertenecieran a otra persona mientras hablaba.
—Bueno, aparte de lo obvio—, murmuro—. A veces… no
estoy segura, yo no puedo leer mentes, pero algunas veces parase que intentas
despedirte cuando estás diciendo otra cosa — no me
miró.
¿Había captado eso, no? ¿Se daba
cuenta de que sólo era debilidad y egoísmo lo me mantenía aquí? ¿Pensaba menos
de mí por eso?
—Perceptiva—, susurré, y mire con horror cómo el dolor
retorcía su expresión. Me apresuré a contradecir su hipótesis—. Aunque por
eso es por lo que te equivocas—, empecé, y después hice una pausa, recordando las
primeras palabras de su explicación. Me molestaban, aunque no estaba seguro de
haber entendido muy bien.
—¿Qué quieres decir, con lo obvio?
—Bueno, mírame —dijo.
Estaba mirándola, todo lo que
siempre hacia era mirarla.
—Soy absolutamente normal—, explicó—. Bueno,
salvo por todas las situaciones en que la muerte me ha pasado rozando y por ser
tan torpe, que casi soy una discapacitada. Y mírate a ti—. Abanicó el aire hacia
mí, como si estuviera diciendo algo tan obvio que no valiera la pena
detallarlo.
¿Pensaba que era normal? ¿Pensaba
que yo era preferible por encima de ella? ¿Según las estimaciones de quién? ¿Tontos, de mente
estrecha, ciegos, humanos como Jessica o la Sra. Cope? ¿Cómo es que no podía
darse cuenta de que ella era la más bella… más exquisita…? Esas palabras no
eran suficientes.
Y ella no tenía idea.
—Nadie se ve a sí mismo con claridad—, le dije—. Voy a
admitir que diste en el clavo con los defectos—. Reí sin humor. No encontraba
cómico que el destino la cazara. La torpeza, sin embargo, era algo gracioso. Dulce.
¿Me creería si le dijera que era hermosa, por dentro y por fuera? Quizá
encuentre la corroboración más convincente. —¿Pero no
sabes lo que pensaban todos los chicos el día de tu llegada?
Ah, la esperanza, la emoción, la
impaciencia de esos pensamientos. La rapidez con que se habían convertido en
fantasías imposibles. Imposibles, porque ella no deseaba a ninguno de ellos.
Yo era al que ella dijo que sí.
Mi sonrisa debe haber sido presumida.
Su rostro se puso blanco de la
sorpresa.
—No te creo —murmuró.
—Confía en mí sólo esta vez. Eres lo contrario a
lo normal—, no
estaba acostumbrada los cumplidos, podía ver eso. Se sonrojo y cambió el tema.
—Pero no soy yo
la que está diciendo adiós.
—¿No lo ves? Eso demuestra que tengo razón. Soy
quien más se preocupa, porque yo sí puedo hacerlo…—¿Dejaría alguna vez de ser egoísta,
para hacer lo correcto? Sacudí la cabeza desesperado. Tendría que encontrar la
fuerza, ella merecía una vida, no lo que Alice había visto venir—. Si irme es
lo correcto…
¿Y tenía que ser lo correcto, cierto?
Bella no me pertenecía. No había hecho nada para merecer mi inframundo.
—Sufriré para evitar que resultes herida, para
mantenerte a salvo.
Mientras hablaba, deseaba que fuera
cierto.
Ella me fulminó con la mirada. De
alguna manera, mis palabras la habían encolerizado.
—¿Acaso no piensas que yo haría lo mismo? —exigió
furiosamente.
Tan furiosa, tan suave y tan frágil.
¿Cómo podría ella lastimar a alguien?
—Nunca vas a tener que decidir eso —le dije, una
vez más deprimido por la vasta diferencia entre nosotros.
Me miró, reemplazando la ira por el
interés, estrechando sus ojos.
Debía de haber algo realmente malo
en el orden del universo si alguien tan bueno y frágil no merecía un ángel de
la guarda para alejarla de los problemas.
Bueno,
pensé con un oscuro humor, por lo menos
tiene un vampiro guardián.
Le sonreí. Me encantaba mi excusa
para quedarme.
—Por supuesto, mantenerte a salvo empieza a parecerse
a un trabajo de tiempo completo que requiere de mi presencia constante—, ella
también sonrió.
—Nadie ha tratado
de acabar conmigo hoy —dijo a la ligera, y después su expresión se volvió especulativa
durante medio segundo, antes de sus ojos se volvieran opacos de nuevo.
—Aún —añadí secamente.
—Aún —aceptó, para mi sorpresa. Esperaba que negara
la necesidad de protección.
Al otro lado de la cafetería las
quejas de Rosalie subían de volumen en vez de apagarse.
Lo siento, pensó Alice otra vez.
Debe haberme visto hacer una mueca.
Pero oírla me recordó que tenía unos
asuntos que atender.
—Tengo otra pregunta para ti —dije.
—Dispara —dijo Bella, sonriendo.
—¿De verdad necesitas ir a Seattle este sábado,
o sólo era una excusa para no tener que decir no a todos tus admiradores? —Me hizo una
mueca.
—Todavía no te he perdonado por el asunto de Tyler,
es tu culpa que se haya engañado hasta creer que voy a acompañarlo al baile de
graduación.
—Oh, él habría encontrado una oportunidad para pedírtelo
sin mí ayuda, en realidad yo sólo quería ver tu cara —me reí, recordando su expresión
aterrada. Nada de lo que le había contado acerca de mi propia historia oscura
la había horrorizado tanto.
—Si te lo hubiera pedido, ¿me hubieras
rechazado?
—Probablemente no—, dijo—. Pero hubiera cancelado después
alegando una falsa enfermedad o tobillo roto.
Qué extraño.
—¿Por qué?
Sacudió su cabeza, como si se sintiera
decepcionada de que no la entendí.
—Supongo que nunca me has visto en Gimnasia,
pero creí que lo entenderías.
Ah.
—¿Te refieres al hecho de que eres incapaz de
caminar a través de una superficie plana y estable sin encontrar algo con que
tropezar?
—Obviamente.
—Eso no sería un problema. Todo depende de quién
te lleve a bailar.
Por una fracción de segundo, me
abrumó la idea de sostenerla entre mis brazos durante un baile–donde, sin duda,
estaría usando algo bonito y delicado, no ese horrible suéter.
Recordé con perfecta claridad cómo
se había sentido su cuerpo bajo el mío después de ponerla fuera del camino de
la furgoneta. Más fuerte que el pánico o la desesperación, podía recordar esa
sensación. Había sido tan cálida y tan suave, amoldándose a mi figura de piedra…
Me alejé de ese recuerdo.
—Pero no me has contestado—, dije rápidamente,
previniendo que protestara algo acerca de su torpeza, como claramente intentó
hacerlo—. ¿Estás
decidida a ir a Seattle, o te importaría si hacemos algo diferente?
Astuto, dejándolo a su elección,
pero sin darle la opción de estar lejos de mí. Poco justo de mi parte. Pero
anoche le había hecho una promesa. Demasiado casual, demasiado irreflexivo,
pero aún así… Si alguna vez iba a merecer la confianza que ella me había dado a
pesar de mi indignidad, iba a mantener cada promesa que pudiera. Incluso si la
idea me aterraba.
El sol brillaría el sábado. Podría
mostrarle mi verdadero yo, si era lo suficientemente valiente para soportar su
horror y repugnancia. Conocía el lugar perfecto para tomar ese riesgo.
—Estoy abierta a sugerencias—, dijo Bella—. Pero quiero
pedirte un favor.
Un sí con reservas. ¿Qué querría
ella de mí?
—¿Qué?
—¿Puedo conducir?
¿Era esta su idea de humor?
—¿Por qué?
—Bueno, sobre todo porque cuando le dije a
Charlie que iba a Seattle, me preguntó concretamente si iría sola y, en ese
momento, así era. Si pregunta una vez más, probablemente no le mentira, pero no
creo que pregunte de nuevo, y dejar el coche enfrente de la casa solo sacaría
el tema a relucir de forma innecesaria. Y además, porque tu forma de conducir
me asusta.
Puse mis ojos en blanco hacia ella.
—De todas las cosas por las que debería
asustarte, a ti te preocupa mi forma de conducir —en verdad, su cerebro trabajaba
al revés. Sacudí la cabeza disgustado. ¿Por qué le temía a las cosas correctas?
¿Por qué no quería que lo hiciera?
No pude mantener el tono juguetón de
nuestras bromas.
—¿No quieres decirle a tu padre que vas a pasar
el día conmigo? —pregunté,
dejando que se filtrarse la oscuridad de mi voz mientras pensaba en todas las
razones por las que eso era importante, adivinando de todas maneras cual iba a
ser su respuesta.
—Con Charlie, menos siempre es más—, dijo Bella,
segura de este hecho—. De todos modos ¿a dónde vamos a ir?
—El clima será agradable—, le dije lentamente, luchando
contra el pánico y la indecisión, ¿Cuánto más lamentaría esta decisión?—. Así que estaré
fuera de la atención pública… y podrás estar conmigo, si quieres.
Bella lo captó a la primera, sus
ojos eran brillantes y ansiosos.
—¿Y me enseñaras a que te referías con lo de el
sol?
Tal vez, como otras tantas veces, su
reacción sería lo contrario de lo que esperaba. Sonreí ante esa posibilidad,
luchando por volver el momento más ligero.
—Sí. Pero—… Ella no había dicho que sí—. Si no
quieres estar… a solas conmigo, todavía sigo prefiriendo que no vayas a Seattle
sola. Me estremezco de pensar con que problemas podrías en una ciudad de ese
tamaño.
Sus labios se contrajeron; estaba ofendida.
—Phoenix es tres veces más grande que Seattle sólo en la población. En cuanto a tamaño…
—Pero al parecer, en Phoenix no te había llegado
la hora—, le
dije, interrumpiendo sus justificaciones—. Así que preferiría que permanecieras cerca de
mí.
Podría permanecer para siempre
conmigo y aun así no sería suficiente.
No debería pensar de esa manera. No
teníamos para siempre. Cada segundo contaba, más de lo que nunca lo había
hecho; cada segundo la cambiaba, mientras yo permanecía intacto, físicamente al
menos.
—No me importa estar a solas contigo —dijo.
No–porque sus instintos funcionaban
al revés.
—Lo sé—, suspiré—. Pero deberías decirle a Charlie.
—¿Por qué diablos debería de hacerlo? —preguntó
horrorizada por la idea.
La mire con fiereza, aunque la ira
era, usualmente, dirigidas a mí mismo. Cómo deseaba tener una respuesta
diferente para ella.
—Para darme un pequeño incentivo para que te
traiga de vuelta —bufé.
Debería darme al menos eso–un testigo para obligarme a ser cautelosos.
Bella tragó saliva, y me miro
durante un largo rato. ¿Qué es lo que vio?
—Creo que me arriesgare —dijo.
¡Ugh! ¿Obtenía alguna emoción al
poner en riesgo su vida? ¿Ansiaba un disparo de adrenalina?
¡Haría el favor de callarte! El
pensamiento mental de Rosalie se asomó, rompiendo mi concentración. Vi lo que
pensaba de esta conversación, de lo mucho que Bella ya sabía. Volteé a ver a
Rosalie automáticamente con el ceño fruncido furiosamente, pero me di cuenta
que simplemente no me importaba. Que destruya el auto. Solo era un juguete.
—Hablemos de otra cosa —Bella sugirió repentinamente.
La miré de nuevo a ella, preguntándome
cómo podía ser tan inconsciente de lo que realmente importaba. ¿Por qué no me
veía como el monstruo que era? Rosalie ciertamente lo hacía.
—¿De qué quieres hablar?
Movió sus ojos a la izquierda y luego
la derecha, para asegurarse de que no hubiera chismosos. Debía estar planeando
introducirme en otro tema relacionado con los mitos. Sus ojos se congelaron por
un segundo y su cuerpo se puso rígido después me miró de nuevo a mí.
—¿Por qué fuiste a Goat Rocks el pasado fin de
semana… a cazar? Charlie dice que no es un buen lugar para acampar, a causa de
los osos.
Tan obvio era que la miré levantando
una ceja.
—¿Osos? —jadeó.
Le sonreí burlonamente, viendo eso
penetrar. ¿Esto haría que me tomara en serio? ¿Algo lo haría?
Solo
dile todo. Tampoco es como que tuviésemos reglas... los pensamientos de Rosalie
sisearon hacia mí. Luché para no oírla.
Bella compuso su expresión.
—No estamos en temporada de osos —dijo severamente,
estrechando sus ojos.
—Si lees con cuidado, las leyes sólo cubren la
caza con armas.
Perdió el control de su expresión de
nuevo por un momento. Sus labios se abrieron.
—¿Osos? —dijo una vez más, una pregunta tentativa en
lugar de un jadeó de sorpresa.
—El favorito de Emmett es el oso pardo —Observé sus
ojos, mientras pasaba del asombro a recuperarse.
—Hmm —murmuró. Mordía la pizza, mirando hacia abajo.
Masticó despacio, y luego tomó un trago de su refresco.
—Entonces—, dijo, levantando los ojos—. ¿Cuál es tu
favorito?
Supuse que debí haber esperado algo
así, pero no lo había hecho.
—El puma —conteste bruscamente.
—Ah —dijo en un tono neutral. Sus latidos
continuaban constantes, como si estuviéramos discutiendo sobre mi restaurante
favorito.
Bien, entonces, si quería actuar
como si esto no fuera nada raro…
—Por supuesto, debemos tener cuidado para no
causar un impacto ambiental desfavorable con una cacería imprudente—, le dije,
con voz distante y clínica. —. Tratamos de concentrarnos en zonas con
sobrepoblación de depredadores y nos alejamos tanto como sea necesario. Aquí
siempre hay un montón de ciervos y alces, pero ¿dónde está la diversión en eso?
Ella escuchó con una expresión de
amable interés, como si yo fuera un guía turístico hablando de una pintura.
Tuve que sonreír.
—Claro diversión —murmuró con calma, mientras le
daba otro mordisco a la pizza.
—El comienzo
de la primavera es la estación favorita de Emmett—, dije, continuando con la
conferencia—. Acaban
de salir de la hibernación, por lo que están más irritables.
Setenta años después y él todavía no
superaba el haber perdido aquel primer encuentro.
—No hay nada más divertido que un oso pardo
irritado —Bella
admitió, asintiendo solemnemente.
No pude evitar reír mientras sacudía
la cabeza por su ilógica calma. Tenía haber algo.
—Dime qué estás pensando realmente, por favor.
—Estoy tratando de imaginarlo pero no puedo—, dijo, arrugando
la frente—. ¿Cómo
cazas un oso sin armas?
—Oh, las tenemos—, le dije, con una amplia sonrisa.
Esperaba que retrocediera, pero ella estaba muy quieta, mirándome—. Simplemente
no del tipo que aparecen en las leyes de caza. Si alguna vez has visto atacar a
un oso en la televisión, deberías ser capaz de visualizar como caza Emmett.
Miró hacia la mesa donde se sentaban
los demás, y se estremeció.
Finalmente. Y entonces me reí de mí mismo,
porque sabía que parte de mí deseaba que lo ignorara.
Sus ojos oscuros eran amplios y
profundos cuando me miró.
—¿También tú te pareces a un oso? —preguntó casi
en un susurro.
—Más o menos como un puma, o eso es lo que me
dicen—, le
dije, tratando de sonar distante—. Tal vez nuestras preferencias sean significativas.
Sus labios se levantaron en una
sonrisa.
—Tal vez—, repitió. Entonces inclinó la cabeza a un lado
y de repente la curiosidad fue clara en sus ojos—. ¿Es algo que podría llegar a
ver?
Por un momento, estuvo tan claro en
mi cabeza–el cuerpo de Bella destrozado y exangüe en mis brazos–que pensé que
yo había sido quien había tenido la visión en vez de simplemente verla en la
mente de Alice. Pero no la necesité para ilustrar este horror; la conclusión
era obvia.
—Absolutamente no —le gruñí.
Se alejó de mí, lucia perpleja y
asustada por mi rabia repentina.
Me eché hacia atrás también,
queriendo poner distancia entre los dos. Nunca iba a ver eso, ¿o sí? Ella no
haría nada para ayudarme a mantenerla con vida.
—¿Demasiado aterrador para mí? —Preguntó, su voz
estaba bien, su corazón sin embargo, estaba acelerado.
—Si así fuera te sacaría esta noche—, dije hablando
entre dientes—.
Necesitas una buena dosis de
miedo. Nada te caería mejor.
—Entonces ¿por qué? —Exigió, sin inmutarse.
La miré fijamente, a la espera de que le diera
miedo. Yo tenía miedo.
Sus ojos seguían siendo curiosos, impaciencia,
nada más. Esperaba que respondiera sin rendirse.
Pero nuestra hora había terminado.
—Más tarde—, le dije y me levanté—. Vamos a llegar tarde.
Ella miró alrededor, desorientada,
como si hubiera olvidado que estábamos en el almuerzo. Como si se le hubiese
olvidado que estábamos en la escuela y estaba sorprendida de que no estuviéramos
solos en algún lugar privado. Entendí bien ese sentimiento. Era difícil olvidar
el resto del mundo cuando estaba con ella.
Se levantó rápidamente y acomodo su
mochila sobre su hombro.
—Muy bien, después —dijo, y pude ver la
determinación en su boca; no iba a dejar pasar esto.
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