BELLA Y YO CAMINAMOS EN SILENCIO HACIA BIOLOGÍA. LE PASAMOS POR UN LADO A ÁNGELA WEBER, caminando lentamente por la acera, discutiendo una tarea con un chico de la clase de Matemáticas, esperaba más decepción, solo para sorprenderme por su tono de nostalgia.
Ah, entonces sí había algo que Ángela quería.
Desafortunadamente, no era algo que pudiera ser fácilmente envuelto en regalo.
Me sentí extrañamente consolado por
un momento escuchando el anhelo desesperanzado de Ángela. Un sentido de afinidad
pasó a través de mí y fui, por un segundo, uno de la misma especie que la
chica humana.
Era extrañamente consolador saber
que no era el único que estaba viviendo una trágica historia de amor. Los
corazones rotos estaban por todas partes.
En el segundo siguiente estaba abruptamente irritado. Porque la historia de Ángela no tenía por qué ser trágica. Ella era humana y él era humano, y la diferencia que parecía tan insuperable en su cabeza era ridícula, verdaderamente ridícula comparada con mi propia situación. ¿Por qué esta historia no podía tener un final feliz?
Yo quería regalarle algo… bueno le
daría lo que ella quería. Sabiendo lo que sabía de la naturaleza humana, esto
probablemente no sería difícil.
Escudriñé la conciencia del chico
que estaba a su lado, el objeto de sus afectos, y él no parecía indiferente: él
estaba en la misma dificultad en la que estaba ella.
Todo lo que debía hacer era plantear
la sugerencia.
El plan se formó fácilmente; el guión
se escribió por sí solo sin esfuerzo por mi parte. Necesitaría la ayuda de
Emmett. Hacer que me siguiera la corriente con esto era donde estaba la
verdadera dificultad. La naturaleza humana era más fácil de manipular que la
naturaleza inmortal.
Estaba complacido con mi solución,
con mi regalo para Ángela. Era una linda distracción de mis propios problemas. Desearía que los míos fuesen tan fácilmente arreglados.
Mi humor estaba un poco mejor cuando
Bella y yo tomamos nuestros asientos. Quizás debería ser más positivo. Quizás
había una solución para nosotros escapándome, la obvia solución de Ángela era
tan invisible para ella. No es probable… ¿pero para qué desperdiciar tiempo
con desesperanza? No tenía tiempo para desperdiciar cuando se trataba de Bella.
Cada segundo importaba.
El Sr. Banner entró arrastrando una
antigua tele y video. Estaba saltándose una sección de la que no estaba
particularmente interesado–desordenes genéticos–mostrando una película por los
próximos tres días. El aceite de Lorenzo
no era una pieza muy alegre, pero eso no detuvo la emoción en el aula. Sin
tomar notas, sin pruebas. Los humanos estaban exultados.
A mí no me importaba, de todos
modos. No estaba planeando prestarle atención a nada, excepto a Bella.
Hoy no alejé mi silla de la suya para darme espacio para respirar. Al contrario, me senté más cerca de ella como
cualquier otro humano haría. Más cerca de lo que nos habíamos sentado en mi
auto, lo suficientemente cerca para que mi lado izquierdo se sintiera sumergido
en el calor de su piel.
Fue una experiencia extraña, tanto
disfrutable como destructora de mis nervios, pero prefería esto a sentarme al otro
lado de la mesa lejos de ella. Era más de lo que estaba acostumbrado y
rápidamente me di cuenta que no era suficiente. No estaba satisfecho. Estando
así de cerca solo me hacia querer estar más cerca.
La había acusado de ser un imán para
el peligro. Ahora se sentía como una verdad literal. Yo era peligroso, y, con cada pulgada que me permitía estar más cerca de
ella, su atracción crecía con fuerza.
Y luego el Sr. Banner apagó las
luces.
Fue raro cuánta diferencia hizo
esto, considerando que la falta de luz significaba poco para mis ojos. Podía
ver tan perfectamente como antes. Cada detalle del aula estaba claro.
Entonces, ¿por qué el repentino shock
de electricidad en el aire? ¿Era porque sabía que era el único que podía ver
con claridad? ¿Era porque Bella y yo éramos invisibles para los demás? Como si
estuviéramos solos, solo nosotros dos, escondidos en el aula oscura, sentados
tan cerca el uno del otro.
Mi mano se movió sin mi permiso
hacia ella. Solo para tocar su mano, para sostenerla en la oscuridad. ¿Sería
eso un error tan horripilante? Si mi piel le molestaba, ella solo debía alejar
la suya.
Regresé mi mano ,crucé mis brazos
fuertemente alrededor de mi pecho y apreté mis manos cerradas. Sin cometer
errores, me lo había prometido a mí mismo. Si sostuviera su mano, solo querría
más–otro insignificante toque, otro movimiento más cerca de ella. Podía sentirlo.
Un nuevo tipo de deseo estaba creciendo en mí, trabajando para derribar mi
autocontrol.
Sin cometer errores.
Bella cruzó sus brazos sobre su
pecho y cerró sus manos en puños, como yo.
¿En qué estas pensando? Me estaba
muriendo por susurrarle esas palabras, pero el aula estaba tan en calma como
para interrumpirlo con una conversación en susurros.
La película empezó, iluminando solo
un poco la oscuridad. Bella me miró. Ella notó la rígida postura en la que
sostenía mi cuerpo–como ella–y sonrió. Sus labios se separaron un poco y sus
ojos se veían llenos de una cálida invitación.
O quizás yo solo estaba viendo lo
que quería ver.
Le devolví la sonrisa, su
respiración se entrecortó con jadeo y miró rápidamente hacia otro lado.
Eso lo hizo peor. No conocía sus
pensamientos, pero de repente estaba seguro de que antes tuve razón y que ella
sí quería que la tocara. Ella sintío
este peligroso deseo como yo.
Entre su cuerpo y el mío, la
electricidad zumbaba.
Ella no se movió la hora entera,
manteniendo su rígida y controlada postura, como yo mantenía la mía. De vez en
cuando ella me miraba otra vez, y la zumbeante electricidad se sacudiría a
través de mí con un repentino shock.
La hora paso–lentamente, y aun así,
no lo suficientemente lento. Esto era tan nuevo, podía haberme sentado con ella
así por días, solo para experimentar este sentimiento completamente.
Tuve una docena de diferentes discusiones
conmigo mientras los minutos pasaban, luchando racionalmente con el deseo.
Finalmente, el señor Banner encendió
las luces otra vez.
En la luminosidad de la luz
fluorescente, la atmósfera del aula volvió a la normalidad. Bella suspiró y se
estiró, flexionando sus dedos en frente de ella. Debió ser incómodo para ella
mantener esa posición por tanto tiempo. Fue más fácil para mí–la quietud venía
naturalmente.
Me reí entre dientes ante la
expresión de alivio de su rostro.
—Bueno ha sido interesante.
—Umm —murmuró, claramente entendiendo a qué me
refería, pero sin hacer ningún comentario al respecto. Que no hubiera dado por
saber qué era lo que estaba pensando ahora.
Suspiré. Desearlo, mas no iba a
ayudarme con eso.
—¿Nos vamos? —Le pregunté mientras me ponía de
pie.
Ella hizo una mueca y se tambaleó sobre sus pies, se sujetó de la mesa como si tuviera miedo de caerse.
Podría ofrecerle mi mano. O podría poner
mi mano debajo de su codo–ligeramente–y estabilizarla. Seguramente no sería una
infracción tan terrible.
Sin
cometer errores.
Ella estuvo muy callada cuando
caminamos hacia el gimnasio. La arruga entre sus ojos estaba en evidencia, un
signo de que ella estaba pensando profundamente.
Un toque a su piel no la lastimaría,
mi egoísmo competía.
Podría moderar fácilmente la fuerza
de mi mano. No era difícil exactamente. Mi sentido táctil estaba mejor desarrollado
que el de un humano: podría hacer malabares con una docena de cristales sin
romper ninguno. Podría acariciar una burbuja de jabón sin reventarla. Siempre
que estuviera firmemente controlado.
Bella era como una burbuja de jabón–frágil
y efímera- Temporal.
¿Cuánto tiempo sería capaz de
justificar mi presencia en su vida? ¿Cuánto tiempo me quedaba? ¿Tendría otra
oportunidad como esta, como este momento, como este segundo? Ella no estaría
siempre dentro del alcance de mis brazos.
Bella dio la vuelta para mirarme en
la puerta del gimnasio y sus ojos se ensancharon ante la expresión de mi
rostro. Ella no habló. Me vi a mí mismo en el reflejo de sus ojos y vi el
conflicto rabioso de los míos. Vi el cambio en mi rostro cuando mi lado bueno
perdió la disputa.
Mi mano se levantó sin una orden
consciente para hacerlo. Tan gentilmente como si ella estuviera hecha del
vidrio más fino, como si fuera frágil como una burbuja, mis dedos acariciaron
la suave piel que cubría su pómulo. Se acaloró debajo de mi tacto, y pude
sentir el pulso de la sangre debajo de su transparente piel.
Suficiente,
me ordené, sin embargo mi mano quería modelar el lado de su rostro. Suficiente.
Fue difícil alejar mi mano, de dejar
de moverme más cerca de ella de lo que ya estaba. Mil posibilidades diferentes
corrieron a través de mi mente en ese instante–mil maneras diferentes de
tocarla. La punta de mis dedos trazando la forma de sus labios. Mi palma ahuecada
debajo de su barbilla. Sacando el sujetador de su pelo y dejándolo esparcirse a
través de mi mano. Mis brazos enrollándose alrededor de su cintura, sosteniéndola
en contra de la longitud de mi cuerpo.
Suficiente.
Me esforcé por darme la vuelta, para
alejarme de ella. Mi cuerpo se movió forzadamente–indispuesto a hacerlo.
Dejé de mi mente atrás para mirarla
mientras caminaba forzadamente, casi corriendo de la tentación. Capturé los
pensamientos de Mike Newton–eran los más ruidosos–mientras veía a Bella caminar
por su lado ignorándolo, sus ojos desenfocados y sus mejillas rojas. Él frunció
el ceño y de repente mi nombre se mezcló con maldiciones en sus pensamientos; no
pude evitar sonreír abiertamente en respuesta a eso.
Mi mano me estaba hormigueando. La
flexioné y luego la curvé en un puño, pero continuó como una picadura sin dolor.
No, no la había lastimado–pero
tocarla había sido un error.
Se sentía como brasas hirviendo–como
si una versión embotada de la quemazón por la sed se hubiese propagado a lo
largo de mi cuerpo entero.
La próxima vez que estuviera cerca
de ella, ¿Sería capaz de frenarse para no tocarla otra vez? ¿Y si la tocaba una
vez más, sería capaz de detenerme allí?
Sin cometer más errores. Eso era
todo. Saboréalo en la memoria, Edward,
me dije gravemente, y mantén tus manos
para ti mismo. Eso o tendría que obligarme a mí mismo a irme…de alguna
manera. Porque no podía permitirme a mí mismo estar cerca de ella si insistía
en cometer errores.
Respiré profundamente y traté de
estabilizar mis pensamientos.
Emmet me alcanzó afuera del edificio
de Inglés.
—Hola, Edward —Se ve mejor. Raro, pero mejor. Feliz.
—Hola, Em —¿Me veía feliz? Supuse que a pesar del caos en
mi cabeza me sentía de ese modo.
Vaya
manera de mantener tu boca cerrada, chico. Rosalie quiere desgárrate la lengua.
Suspiré.
—Lo siento te dejaré manejar eso solo. ¿Estás
enojado conmigo?
—No. Rose lo superará. Esto iba a pasar de todos
modos.
Con
lo que Alice vio que viene…
La visión de Alice no era algo en lo
que quisiera pensar ahora mismo. Miré fijamente hacia delante con los dientes
apretados.
Mientras buscaba una distracción,
capté un suspiro de alivio de Ben Cheney entrando al aula de Español delante de
nosotros.
Ah–aquí estaba mi oportunidad para
darle a Ángela Weber su regalo.
Me quedé parado y agarré el brazo de Emmet.
—Espera un segundo.
¿Qué pasa?
—Sé que no me lo merezco, pero ¿me harías un
favor de todos modos?
—¿Qué favor? —Preguntó curioso.
Por debajo de mi respiración–y a una
velocidad que hubiera hecho las palabras incomprensibles para un humano– le expliqué
lo que quería.
Me miró fijamente en blanco cuando
terminé, con sus pensamientos en blanco como su rostro.
—¿Entonces? —Le pregunté—. ¿Me ayudarás a hacerlo?
Le tomó un minuto responder.
—Pero, ¿por qué?
—Vamos, Emmet. ¿Por qué no?
¿Quién
diablos eres tú y que has hecho con mi hermano?
—¿No eras tú el que te quejabas que la escuela
era siempre lo mismo? ¿Esto es un poquito diferente, no? Considéralo como un
experimento–un experimento con la naturaleza humana.
Se me quedó mirando por un momento
antes de contestar.
—Bueno esto es
diferente. Te doy la razón en eso…Bien, esta bien— Emmet bufó y luego se encogió
de hombros—. Te
ayudaré.
Le sonreí de oreja a oreja
sintiéndome más entusiasmado ahora porque él me ayudaría. Rosalie era una
molestia, pero siempre le debería una por haber elegido a Emmett, nadie nunca
ha tenido un mejor hermano que el mío.
Emmet no tenía que practicar. Le
susurré sus líneas por debajo de mi respiración una vez mientras caminábamos
hacia dentro del salón.
Ben ya estaba sentado en su asiento
detrás del mío, reuniendo su tarea para entregarla. Emmett y yo nos sentamos e
hicimos lo mismo. El salón no estaba en silencio todavía; el murmullo de las
conversaciones continuaría hasta que la Sra. Goff pidiera atención. Ella no
tenia apuro evaluando los interrogatorios de la clase anterior.
—Entonces — dijo Emmet, su voz más fuerte de lo necesario—. ¿Ya
invitaste a salir a Ángela?
El sonido de los papeles detrás de mí
se detuvo abruptamente cuando Ben fijo su atención repentinamente en nuestra
conversación.
¿Ángela? ¿Están hablando de Ángela?
Bien ya me estaba prestando
atención.
—No —dije, meneando la cabeza lentamente para
aparentar estar apesadumbrado.
—¿Por qué no? — improvisó Emmet—. ¿Nos
estamos quedando sin coraje?
Le fruncí el ceño.
—No. Escuché que ella estaba interesada en otra
persona.
¿Edward
Cullen iba a invitar a salir a Ángela?
Pero… no. Esto no me gusta. No lo quiero cerca de ella. Él no le conviene. No
es… seguro.
No había anticipado la
caballerosidad, el instinto protector. Estaba preparado para los celos. Pero lo
que sea que funcionara.
—¿Vas a dejar que eso te detenga?—Preguntó
Emmett con desdén, improvisando otra vez—. ¿No soportas la competencia?
Le volví a fruncir el ceño. Usé lo
que me dio.
—Mira, creo que a ella realmente le gusta este
chico Ben. No la voy a intentar convencer de que cambié de opinión. Hay otras
chicas.
La reacción en la silla detrás de mí
fue eléctrica.
—¿Quién? —preguntó Emmet, volviendo al guión.
—Mi compañera de laboratorio dijo que era algún
chico llamado Cheney. No estoy seguro de quién sea.
Trate de no sonreír. Solo los
Cullens podrían alejarse fingiendo no conocer a todos los estudiantes de esta minúscula
escuela.
La cabeza de Ben daba vueltas en
shock.
¿Yo?
¿Por encima de Edward Cullen?¿Pero por qué yo le gustaría a ella?
—Edward— murmuró Emmet en un tono más bajo, poniendo
los ojos en blanco en dirección al chico—. Él está detrás de ti—. Articuló con los labios, pero
obviamente el humano podría fácilmente leer las palabras.
—Oh —murmuré.
Giré en mi asiento y miré una vez al
chico detrás de mí. Por un segundo, los ojos negros detrás de los anteojos
estaban asustados; pero después el se envaró y cuadro sus angostos hombros,
afrontando mi clara evaluación. Su mentón se levanto y un rubor de enojo
oscureció su piel marrón dorada.
—Ha —dije arrogantemente mientras me giraba hacia
Emmet.
Él
se cree que es mejor que yo. Pero Ángela, no. Se lo demostraré...
Perfecto.
—¿No dijiste que ella iría al baile con Yorkie? —preguntó
Emmet, bufando cuando dijo el nombre del chico a quién muchos despreciaban por
su torpeza.
—Eso fue una decisión grupal aparentemente—quería
asegurarme que Ben tuviera esto claro—. Ángela es tímida. Si B… bueno, si el chico no
se atreve a invitarla a salir, ella nunca se lo pediría a él.
—A ti te gustan las chicas tímidas —dijo Emmet,
volviendo a la improvisación.
Chicas
calladas. Chicas como… no lo sé. ¿Quizás Bella Swan?
Le hice una mueca.
—Exactamente—, luego regresé a la actuación—. Quizás Ángela se canse de esperar. Quizás la invite al baile de graduación.
No,
no lo harás. Pensó Ben, enderezándose en la silla. ¿Entonces qué pasa si ella es mucho más alta que yo? Si a ella no le
importa, entonces a mí tampoco. Ella es la chica más buena, inteligente y linda
en esta escuela…y ella me quiere a mí.
Me agradaba este Ben. Él se veía
brillante y bueno. Quizás incluso valía la pena para una chica como Ángela.
Levanté mi pulgar hacia Emmett debajo
del escritorio cuando la Sra. Goff se paró y saludó a la clase.
Ok,
lo admito, eso fue algo divertido, pensó Emmet.
Me sonreí a mí mismo, complacido de haber sido
capaz de hacer avanzar una historia de amor. Estaba seguro de que Ben seguiría
a través de esto, y Ángela recibiría mi regalo anónimo. Mi deuda estaba saldada.
QuÉ tontos eran los humanos, para
dejar que seis pulgadas de diferencia en la estatura confundieran su felicidad.
Mi éxito me puso de buen humor.
Sonreí otra vez mientras me acomodaba en la silla y me preparaba para el
entretenimiento. Después de todo, como Bella había señalado en el almuerzo,
nunca la había visto en acción en su clase de Gimnasia.
Los pensamientos de Mike fueron los más
fáciles de encontrar entre la burbuja de voces del gentío que atravesaba el
gimnasio. Su mente se había vuelto tan familiar en las últimas semanas. Con un
suspiro me resigné a escuchar a través de él. Al menos podía estar seguro que él
le estaría prestando atención a Bella.
Llegué justo a tiempo de escucharlo ofreciéndose
a Bella para ser su compañero de bádminton;
mientras le hacia la sugerencia, otra clase de compañerismo con Bella pasó por
su mente. Mi sonrisa de desvaneció, apreté los dientes, y tuve que recordarme
que asesinar a Mike Newton no era una opción permitida.
—Gracias
Mike, no tienes por qué hacerlo, lo sabes.
—No te
preocupes, me mantendré fuera de tu camino.
Ambos se sonrieron y flashes de
algunos accidentes–siempre de alguna manera conectados con Bella–pasaron por la
cabeza de Mike.
Mike jugo solo al principio,
mientras que Bella dudaba en la mitad de la cancha, sosteniendo su raqueta
cautelosamente, como si fuera una especie de arma capaz de explotar si se movía
con demasiada brusquedad. El entrenador Clapp le ordenó a Mike que dejara jugar
a Bella.
Uh,
oh. Pensó Mike mientras Bella avanzó hacia delante con un suspiro,
sosteniendo su raqueta, en un ángulo extraño.
Jennifer Ford sirvió primero,
lanzando el gallito directamente hacia Bella con una vuelta engreída en sus
pensamientos. Mike vio a Bella tambalearse hacia él, balanceando la raqueta a yardas
anchas de su objetivo, y él se apuro a intentar salvar el voleo.
Vi la trayectoria de la raqueta de
Bella con alarma. Seguro de que rebotaría con la tensa red y la golpearía
directo en la frente antes de terminar golpeando el brazo de Mike con sonoro crack.
Ay.
Ay. Ugh. Eso me dejara un moretón.
Bella se amasaba la frente. Fue
difícil quedarme en mi asiento, sabiendo que ella estaba herida. ¿Pero qué más
podría hacer si estuviera allí? Y no parecía ser tan serio… vacilé, mirando.
El entrenador se rió.
—Perdón,
Newton —esa chiquilla es la peor mala leche que
jamás haya visto. No debería infligirla en los demás.
Dio la media vuelta deliberadamente
y se movió para ver otro partido así Bella podría volver a su rol de
espectador.
Ay,
pensó Mike otra vez, masajeándose el brazo. Se volvió hacia Bella—: ¿Estás bien?
—¿Si, y tú? —preguntó ella avergonzada.
—Creo que
lo estaré —No quiero sonar como un bebé llorón. Pero, ¡Hombre,
eso sí que duele!
Mike giró su brazo en un círculo,
haciendo una mueca de dolor.
—Me
quedaré ahí atrás —dijo Bella. Vergüenza en vez de dolor en su rostro. Quizás Mike
se llevo la peor parte. Ciertamente esperaba
que ese fuera el caso. Al menos ella no estaba jugando más. Ella sostuvo
cuidadosamente su raqueta detrás de su espalda, con sus ojos llenos de remordimiento…
tuve que disfrazar mi risa, tosiendo.
¿De qué te ríes? —Preguntó Emmet.
—Te lo digo después —murmuré.
Bella no se aventuró a jugar nuevamente.
El entrenador la ignoró y dejó que Mike jugara solo.
Terminó la tarea al final de la hora
y la Sra. Goff me dejó salir temprano. Estaba escuchando intensamente a Mike
mientras caminaba a través del campus. Él estaba decidido a confrontar a Bella
a cerca de mí.
Jessica
jura que ellos están saliendo. ¿Por qué? ¿Por qué él tenía que elegirla a ella?
Él no se daba cuenta que el
verdadero fenómeno, era que ella me había elegido a
mí.
—Entonces.
—¿Entonces,
quÉ? —preguntó
ella.
—¿Tú y Cullen,
eh? —Tú
y el fenómeno. Supongo, si un chico rico es importante para ti…
Rechiné los dientes ante su
degradante suposición.
—No es de
tu incumbencia, Mike.
Defensiva.
Entonces es verdad. Maldición—:
No me gusta.
—No tiene
por qué —replicó.
¿Por
qué no puede ella ver que espectáculo de circo es él? Como todos esos. El modo
en que él la mira. Me da escalofríos.
—Él te mira…como si fueras algo comestible.
Me estremecí, esperando su respuesta
Su cara se tornó rojo brillante y apretó
sus labios como si estuviera conteniendo la respiración. Luego, de repente, una
risa salió de sus labios.
Ahora
ella se está riendo de mí. Genial.
Mike se giró, con pensamientos hoscos,
y se alejó para cambiarse.
Me recosté en la pared del gimnasio
y traté de componerme.
¿Cómo pudo haberse reído de la
acusación de Mike?… Tenía tanta razón que me comencé a preocupar de que Forks se
estuviese dando demasiada cuenta. ¿Cómo podía haberse reído de la sugerencia de
que yo la podría matar, cuando ella sabía que era enteramente verdad?
¿Qué le pasaba?
¿Tenía ella un morboso sentido del
humor? ¿Eso no cabía con mi idea de su carácter, pero cómo podría estar seguro?
O quizás mi fantasía del tonto ángel era verdad en ese respecto: que ella no
tenía sentido del miedo después de todo. Valiente, esa era la palabra para
esto. Otros quizá dirían que es estúpida pero yo sabía cuán inteligente era. No
importaba la razón, ¿era esta extraña carencia de miedo la que la ponía en peligro
constantemente? Quizás ella siempre me necesitaría aquí…
Así como así, mi humor se elevó.
Si solo podría disciplinarme,
hacerme seguro para ella, entonces quizás sería correcto para mí: quedarme con
ella.
Cuando ella camino a través de la
puerta del gimnasio, con sus hombros rígidos y su labio inferior entre sus
dientes otra vez, un signo de ansiedad. Pero tan pronto como sus ojos encontraron
los míos, sus rígidos hombros se relajaron y una amplia sonrisa se extendió por
su rostro. Era una extraña expresión de paz. Caminó hacia mí sin dudar, solo
deteniéndose cuando estaba tan cerca de mí como para que el calor de su cuerpo
me golpeara como un maremoto.
—Hola —susurró.
La felicidad que sentí en ese
momento fue, otra vez, sin precedente.
—Hola —dije y luego, porque mi humor de repente estaba
tan ligero, no pude resistirme el tomarle el pelo, agregué—: ¿Cómo
estuvo Gimnasia?
Su sonrisa titubeó.
—Bien.
Era una pésima mentirosa
—¿De verdad? —pregunté para discrepar, todavía
estaba preocupado por su cabeza, ¿le dolía? Pero luego los pensamientos de Mike
Newton eran tan altos que rompieron mi concentración.
Lo
odio. Desearía que se muriera. Espero que se caiga con su brillante auto por un
barranco. ¿Por qué no la puede dejar en paz? Permanecer con los de su clase,
con los fenómenos.
—¿Qué? —preguntó Bella.
Mis ojos la enfocaron. Miró a Mike y
luego a mí.
—Newton me pone de los nervios —admití.
Su boca se abrió y su sonrisa
desapareció. Ella debía haber olvidado que yo tenía el poder para mirar su
calamitosa última hora, o esperaba que yo no lo utilizara.
—¿Estuviste escuchando otra vez?
—¿Cómo esta tu cabeza?
—¡Eres increíble! —dijo a través de sus dientes, dio
la vuelta y se alejó de mi dirigiéndose al estacionamiento. Su piel se ruborizó de un rojo oscuro, estaba avergonzada.
Mantuve su paso, esperando que su
enojo pasara rápido. Usualmente me perdonaba rápido.
—Tú fuiste quien menciono que nunca te había
visto en gimnasia— le expliqué—.
Eso despertó mi curiosidad.
No respondió, sus cejas se juntaron.
Se detuvo de repente en el
aparcamiento cuando se dio cuenta de la manera en que mi auto estaba bloqueado
por una multitud de estudiantes.
Me
pregunto cuán rápido han ido en esto…
Mira
esa palanca de cambios. Nunca he visto esto fuera de las revistas…
¡Lindas
parrillas a los lados!
¡Desearía
tener sesenta mil dólares botados por ahí…
Esto era exactamente por qué Rosalie
debía usar su auto fuera de la cuidad.
Atravesé la muchedumbre de chicos
hacia mi auto, luego de un segundo de vacilación, Bella me siguió.
—Ostentoso —murmuré mientras se subía.
—¿Qué tipo de auto es? —Preguntó
—Un M3.
Frunció el ceño.
—No hablo el idioma car and driver.
—Es un BMW.
Puse mis ojos en blanco y luego me
concentré en retroceder sin atropellar a ninguno. Tuve que mirar a los ojos a
unos chicos que no se veían dispuestos a moverse de mi camino. Medio segundo
después de mirarme a los ojos pareció ser suficiente para convencerlos.
—¿Todavía estas enojada? —le pregunté. Su ceño se había
relajado.
—Definitivamente —respondió cortante.
Suspiré. Quizás no debería haber
sacado el tema. Oh, bueno. Trataría de enmendarlo, supongo.
—¿Me perdonas
si me disculpo?
Ella lo pensó por un momento.
—Quizás, si lo dices en serio—,decidió—. Y si
prometes no hacerlo otra vez.
No iba a mentirle, pero no había
manera que pudiera prometer eso. Quizás
sí le hacia otra oferta.
—¿Qué tal si me disculpo en serio, y accedo a
dejarte conducir este sábado? —Me estremecí internamente ante ese pensamiento.
La arruga entre sus cejas se acentuó
mientras consideraba la nueva oferta.
—Hecho —contestó después de un momento.
Ahora para mi disculpa… Nunca había
intentado deslumbrar a Bella a propósito antes, pero ahora parecía un buen
momento. La miré profundamente a los ojos mientras nos alejábamos de la
escuela, preguntándome si lo estaba haciendo bien. Usé mi tono más persuasivo.
—Entonces, siento mucho haberte molestado.
Los latidos de su corazón se hicieron más
fuertes que antes y el ritmo se transformó abruptamente en staccato. Sus ojos eran
enormes. Se veía atónita.
Medio sonreí. Parecía que lo había
hecho bien. Por supuesto, yo estaba teniendo un poco de dificultad en dejar de
mirarla, también. Igualmente deslumbrado. Era algo bueno que tuviera este
camino memorizado.
—Estaré en tu puerta el sábado temprano—agregué,
finalizando el acuerdo.
Ella pestañeó rápidamente,
sacudiendo su cabeza como si debiera aclararse.
—Um— dijo—. Que sin explicación un Volvo se quede en la
carretera no me ayuda con Charlie.
Ah, que poco me conocía aún.
—No tengo pensado llevar el auto.
—¿Cómo…? —empezó a preguntar.
La interrumpí. La respuesta solo
traería otra ronda de preguntas.
—No te preocupes por eso. Estaré ahí sin auto.
Puso su cabeza de un lado y pareció
que por un momento me iba a presionar por más información, pero luego pareció
cambiar de opinión.
—¿Ya es más tarde? —preguntó, recordándome nuestra
inacabada conversación de hoy en la cafetería.
Debía haberle respondido la otra
pregunta. Esta era menos atractiva.
—Supongo que sí —acordé, poco dispuesto.
Estacioné frente de su casa, mientras
pensaba cómo explicarle… sin hacer demasiado evidente mi monstruosa naturaleza,
sin asustarla otra vez. ¿O eso estaba mal minimizar mi oscuridad?
Ella esperó con la misma expresión
de interés amable que tenía en el almuerzo. Si hubiera estado menos ansioso, su
aparente calma me hubiera hecho reír.
—¿Y todavía quieres saber por qué no puedes
verme cazar? —Pregunté.
—Bueno, más que nada me preguntaba el motivo de
tu reacción —dijo.
—¿Te asuste? —pregunté, seguro de que lo negaría.
—No.
Traté de no sonreír y fallé.
—Perdón por haberte asustado— y luego mi
sonrisa se desvaneció con mi momentáneo humor—. Fue solo la idea de que
estuvieras allí…mientras cazamos.
—¿Estaría mal? —Preguntó.
La imagen mental fue demasiado–Bella,
tan vulnerable en la vacía oscuridad; yo mismo, fuera de control…traté de
desterrarlo de mi cabeza.
—Extremadamente.
—¿Por qué…?
Respiré profundo, concentrándome por
un momento en la sed quemando mi garganta... Sintiéndola, manejándola, probando
mi dominio sobre ella. Nunca más me controlaría. Quería dejar ese legado. Sería
seguro para ella. Miré hacia las nubes sin verlas en realidad, deseando poder
creer que mi determinación haría alguna diferencia si estuviera cazando cuando
su esencia se cruzara en mi camino.
—Cuando cazamos… nos entregamos a nuestros
sentidos— le
dije, pensando cada palabra antes de decirla—. Nos domina más el sentido del
olfato. Si estuvieses cerca cuando pierdo el control así…
Sacudí mi cabeza con agonía ante el
pensamiento de lo que habría–no que podría,
que habría–seguramente pasado.
Escuché el acelerar de su corazón y
luego me volví inquieto para leer sus ojos.
Bella tenía su cara compuesta, sus
ojos eran tumbas. Su boca estaba presionada ligeramente en lo que adiviné era
preocupación. Pero ¿preocupación por qué? ¿Su propia seguridad? ¿Había alguna
esperanza de que finalmente haya puesto las cosas claras? Continué mirándola,
tratando de traducir su ambigua expresión a un hecho.
También me miró. Sus ojos se
ensancharon un poco y sus pupilas se dilataron aunque la luz no había
cambiado.
Mi respiración se aceleró, y de
repente la calma del auto pareció estar zumbando, como en la oscura aula de Biología
esta tarde. La pulsante electricidad creció entre nosotros otra vez y mi deseo
de tocarla fue por un breve momento, más fuerte que mi sed.
La fuerte electricidad me hizo
sentir como si tuviera pulso otra vez. Mi cuerpo bailó con ella. Mientras
pensaba en ser humano. Más que a nada en el mundo, quería sentir el calor de
sus labios contra los míos. Por un momento, busqué desesperadamente para encontrar
la fuerza, el control y ser capaz de poner mi boca cerca de su piel.
Rompió a respirar aceleradamente y
me di cuenta que cuando yo empecé a respirar rápido, ella había dejado de
respirar en absoluto.
Cerré mis ojos, tratando de romper
la conexión entre nosotros.
No
más errores.
La existencia de Bella estaba atada
a miles de delicados balances químicos, tan fácilmente de interrumpir: La rítmica
expansión de sus pulmones, el fluir de su respiración, era vida o muerte para
ella. La agitada cadencia de su frágil corazón podría detenerse por tantos estúpidos
accidentes o enfermedades o… por mí.
No creía que ningún miembro de mi
familia–excepto Emmett, probablemente–hubiera dudado si le ofrecían una oportunidad
para volver atrás, si pudieran cambiar la inmortalidad por la mortalidad otra
vez. Rosalie y yo, Carlisle también, nos pararíamos sobre fuego por ello. Arder
por todos los días o siglos que fuesen necesarios.
La mayoría de los de nuestra especie
valoraba la inmortalidad por encima de todo. Habían humanos que, incluso, soñaban con eso, aquellos que buscaban en los lugares más oscuros a quienes
pudieran darles los regalos más negros.
No nosotros. No mi familia. Nosotros
daríamos lo que fuera por ser humanos.
Pero ninguno de nosotros, ni
siquiera Rosalie, estuvo tan desesperada de volver atrás como yo lo estaba
ahora.
Abrí mis ojos y miré las pequeñas
imperfecciones del parabrisas, como si hubiese alguna solución escondida en el
imperfecto vidrio. La electricidad no se había debilitado y tenía que concentrarme
en mantener mis manos el volante.
Mi mano derecha me empezó a picar
sin dolor otra vez, donde la había tocado antes.
—Bella creo que deberías entrar ahora.
Me hizo caso, sin ningún comentario,
saliendo del auto y cerrando la puerta al salir. ¿Sintió la potencia para el
desastre como yo?
¿Le dolía irse, tanto como a mí me dolía
dejarla ir? El único consuelo era que la vería pronto. Más pronto de lo que
ella me vería a mí. Sonreí ante eso, luego bajé la ventana y me incliné para
hablarle una vez más. Era seguro ahora, con el calor de su cuerpo afuera del auto.
Ella dio la vuelta para ver qué quería
yo, curiosa.
Siempre tan curiosa, aunque había
respondido casi todas sus tantas preguntas. Mi propia curiosidad estaba
insatisfecha. Eso no era justo.
—Oh, ¿Bella?
—¿Sí?
—Mañana es mi turno.
Su frente se arrugó.
—¿Tu turno para qué?
—Hacer las preguntas —mañana cuando estuviésemos en un
lugar más seguro, lleno de testigos, obtendría mis propias respuestas. Sonreí
ante eso, y luego me alejé porque ella no dio señales de moverse. Aún con ella
fuera del auto, la electricidad zigzagueaba en el aire. Yo quería salir también,
acompañarla hasta la puerta como una excusa para quedarme con ella.
No más errores. Presioné el
acelerador y suspiré mientras ella desaparecía detrás de mí. Parecía como si
siempre corría hacia Bella o corría lejos de ella, nunca quedándome en un
lugar. Debía encontrar alguna manera de permanecer en un lugar si íbamos a
tener algo de tranquilidad.
Mi casa parecía
calmada y en silencio desde afuera mientras manejaba por un lado de ella, dirigiéndome
hacia el garaje. Pero podía oír la confusión–tanto hablada en voz alta como
pensada–que había adentro. Lancé una mirada significativa hacia mi auto
favorito–todavía prístino, por ahora–mientras me dirigía a enfrentarme a la
hermosa ogra debajo del puente. No pude ni siquiera hacer el pequeño camino
desde el garaje hasta la casa antes de ser abordado.
Rosalie salió disparada por la
puerta de enfrente tan pronto como mis pisadas fueron audibles. Se plantó en la
base de las escaleras, sus labios hacia atrás mostrando los dientes.
Me detuve a veinte metros de ella sin
ninguna agresión en mi postura. Sabía que merecía esto.
—Lo siento tanto, Rose —le dije incluso antes de que
ella hubiese organizado su ataque de pensamientos. Probablemente no lograra
decir mucho más.
Cuadró
los hombros y levantó su barbilla.
¿Cómo pudiste haber sido tan estúpido?
Emmett
bajó las escaleras lentamente a su lado. Sabía que si Rosalie me atacaba,
Emmett se interpondría entre los dos. No para protegerme sino para evitar que
me provocara lo suficiente como para pelear con ella.
—Lo
siento —dije de nuevo.
Pude
darme cuenta de que estaba sorprendida por la falta de sarcasmo en mi voz, mi
rápida capitulación. Pero aún estaba muy enojada para aceptar disculpas.
¿Estás feliz ahora?
—No
—dije, el dolor en mi voz probaba mi punto.
¿Entonces, por qué lo hiciste? ¿Por qué le
dirías? ¿Solo porque preguntó?
Las
palabras en sí no eran tan duras–era su tono mental el que estaba bordeado con
puntas de aguja filosas. También, en su mente estaba el rostro de Bella–una
caricatura del rostro que amaba. No importaba lo mucho que Rosalie me odiara en
este momento, no había razón para odiar a Bella. Ella quería creer que ese odio
era justificado, fundado simplemente en mi mal comportamiento, que Bella solo
era un problema porque ahora era un peligro para nosotros. Una regla rota. Bella
sabía demasiado.
Pero
podía ver cuán nublado estaba su juicio por los celos por la chica. Era aún más
ahora que había encontrado a Bella más atractiva que a ella. Sus celos eran un
foco cambiante y enredado. Bella tenía todo lo que Rosalie quería. Ella era
humana. Ella tenía opciones. Rosalie estaba indignada de que Bella pusiera eso
en peligro, de que coqueteara con la oscuridad cuando tenía otras opciones.
Rose
pensó que ella incluso intercambiaría su rostro con el de la chica, que
consideraba hogareño, si pudiera tener su humanidad en el trato.
Aunque
Rosalie estaba tratando de no pensar estas cosas mientras esperaba por mi
respuesta, no pudo mantenerlas enteramente fuera de su cabeza.
—¿Por
qué? — demandó en voz alta después de que yo no dije nada. No quería que yo
siguiera leyendo— ¿Por qué le dijiste?
—Realmente
estoy sorprendido de que haya sido capaz de hacerlo— dijo Emmett antes de que
pudiera responder—. Raramente dices la palabra, incluso con nosotros. No es tu
favorita.
Él
estaba pensando en lo mucho que nos parecíamos Rose y yo en ese aspecto, como
ambos evadíamos el título de la no vida que odiábamos. Emmett no tenía tales
reservas.
¿Cómo
hubiese sido sentirse del modo en que lo hacía Emmett? Ser tan práctico, tan
libre de arrepentimientos. Ser capaz de aceptar tan fácilmente y seguir
adelante.
Rose
y yo seríamos personas más felices si pudiéramos seguir su ejemplo.
Viendo
esto–nuestras similitudes–tan claramente hizo aún más fácil el excusarme ante las
agujas venenosas que Rose aún seguía pensando hacia mí.
—No
te equivocas— dije a Emmett—. Dudo de que algún día pudiera ser capaz de
decirla yo mismo.
Emmett
ladeó la cabeza hacia un lado. Detrás de él, dentro de la casa, pude sentir la
sorpresa del resto de la audiencia. Solo Alice no estaba sorprendida.
—¿Entonces,
cómo?
—No
exageres— dije sin mucha esperanza. Sus cejas se juntaron—. No fue una
violación intencional. Es algo que probablemente debimos haber previsto.
—¿De
qué estás hablando? —demandó.
—Bella
es amiga del tatara-nieto de Efraín Black.
Rosalie
se congeló de la sorpresa. Emmett, también, fue agarrado con la guardia baja.
No estuvieron más preparados para la dirección que eso tomó que yo.
Carlisle
apareció en el camino de entrada. Esto era ahora más que solo una pelea entre
Rosalie y yo.
—¿Edward?
—preguntó.
—Debíamos
haberlo sabido, Carlisle. Por supuesto, que los ancianos advertirían a la
siguiente generación cuando volvimos. Y por supuesto, la siguiente generación
no daría crédito a nada de eso. Es una simple historia tonta para ellos. El
chico que respondió a las preguntas de Bella no creía nada de lo que le estaba
contando.
No
estaba ansioso por la reacción de Carlisle. Sabía cómo respondería él. Pero
estaba oyendo muy atentamente a la habitación de Alice ahora, para escuchar lo
que pensaría Jasper.
—Tienes
razón— dijo Carlisle—. Naturalmente se desarrollaría de esa manera—. Suspiró—.
Es una mala suerte que la progenie de Efraín Black tenga una audiencia tan entendida.
Jasper
escuchó la respuesta de Carlisle y estaba preocupado. Pero estos pensamientos
fueron más sobre irse con Alice que a silenciar a los Quileutes. Alice ya
estaba viendo sus ideas para el futuro y se preparaba para refutarlas. Ella no
tenía intenciones de ir a ningún lado.
—Nada
de mala suerte— dijo Rosalie entre dientes—. Es culpa de Edward que la chica
sepa todo.
—Cierto— dije rápidamente—. Es mi culpa, lo lamento.
Por favor, pensó Rosalie directamente
hacia mí. Suficiente con la rutina. Deja
de hacerte el arrepentido.
—No estoy actuando— le dije—. Sé que es a mí a quien hay que
culpar por todo eso. He hecho un enorme lío de todo esto.
—¿Te
dijo Alice que estaba pensando en quemar tu auto, cierto?
Sonreí–más
o menos.
—Lo
hizo. Pero lo merezco. Si te hace sentir mejor, es todo tuyo.
Ella
me miró durante un momento largo, pensando en seguir adelante con la
destrucción. Probándome, a ver si estaba fanfarroneando.
Me
encogí de hombros.
—Es
solo un juguete, Rose.
—Has
cambiado —dijo entre dientes de nuevo.
Asentí.
—Lo
sé.
Dio
media vuelta y se dirigió hacia el garaje. Pero era ella la que fanfarroneaba.
Si no iba a lastimarme, no había sentido en hacerlo. De toda mi familia, era
ella la que amaba los automóviles del mismo modo que yo. El mío era demasiado
hermoso como para vandalizarlo sin motivos.
Emmett
fue tras ella.
—No
espero que me des ahora la historia completa.
—No
sé de qué estás hablando —dije inocentemente. Puso los ojos en blanco y siguió
a Rosalie.
Miré
a Carlisle y articulé el nombre Jasper.
Él
asintió. Sí, puedo imaginarlo. Hablaré con él.
Alice
apareció en la entrada.
—Te
estás esperando —le dijo a Carlisle. Carlisle le sonrió–un poco irónicamente.
Aunque estábamos acostumbrados a Alice lo más que podíamos, ella a veces era rara.
Carlisle le dio unas palmaditas a su cabello corto y negro al pasar a su lado.
Me
senté en la parte alta de las escaleras y Alice se sentó a mi lado, ambos
escuchando la conversación de arriba. No había tensión en Alice–ella sabía cómo
iba a terminar. Me mostró y mi tensión también se desvaneció. El conflicto
estuvo terminado antes de comenzar. Jasper admiraba a Carlisle tanto como
cualquiera de nosotros y él era feliz siguiendo su liderazgo… hasta que pensaba
que Alice podía estar en peligro. Descubrí que entendía la perspectiva de
Jasper con más facilidad ahora. Era extraño lo mucho que no entendía antes de
Bella. Ella me había cambiando más de lo que creía que era posible para mí
cambiar y aún así, seguir siendo yo mismo.
Gauuu ¡¡ maravilloso capítulo!!
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